Como Lula da Silva, Temer es detenido por corrupción en Brasil
Michel Temer pasó tres décadas en los bastidores de la política brasileña, hasta que alcanzó el poder luego del impeachment (juicio político) de Dilma Rousseff. Sobrevivió a casi todo, incluso a una impopularidad récord en su breve mandato, pero a los 78 años, el veterano estratega cayó víctima de las denuncias de corrupción que oscurecieron su gris presidencia.
Menos de tres meses después de salir del Palacio de Planalto, el exmandatario fue detenido este jueves en São Paulo a pedido de un juez de la operación anticorrupción Lava Jato en Río de Janeiro, a donde fue escoltado. A Temer se lo señala de ser el presunto jefe de “una organización criminal” que negociaba sobornos a cambio de contratos de obras en la usina nuclear Angra 3.
Luego de sus dos años y siete meses de presidencia, Temer se convirtió en el segundo exmandatario de Brasil en ser detenido en menos de un año, tras la encarcelación en 2018 del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), condenado a 12 años y un mes de cárcel.
Era imposible pensar algo así en 2016, cuando el hasta entonces discreto vicepresidente conservador de Rousseff se hizo con los focos al beneficiarse de su destitución por el Congreso bajo la acusación de manipular las cuentas públicas.
Pese a su corto mandato, Temer se vio oscurecido por las denuncias de corrupción y una imagen distante que nunca llegó a conectar con una población, hastiada por los escándalos y la crisis. Pero él estaba convencido de que sería recordado como el mandatario que sacó al país de la recesión. En un desayuno en diciembre con corresponsales extranjeros, el exmandatario recordó que poco después de asumir, alguien le dijo: “Presidente, aproveche su impopularidad y haga todo lo que Brasil necesita”.
“Así lo hice”, dijo. “Seré recordado como alguien que no se preocupó por el populismo, porque quien se preocupa por el populismo no hace lo que yo hice”, sentenció el predecesor del ultraderechista Jair Bolsonaro, quien afirmó ayer que “la justicia nació para todos” al ser consultado sobre la detención de Temer. “Cada uno que responda por sus actos”, afirmó.
El exmandatario se convirtió en el primer presidente brasileño en ejercicio en ser denunciado por un delito común y llegó a batir todos los récords de impopularidad desde el fin de la dictadura militar (1964-85). Una encuesta Ibope de diciembre señaló que Temer dejaba el gobierno con un índice de confianza de 7 por ciento. En junio, Datafolha lo situaba en 3 por ciento.
Todo lo que Brasil necesitaba era, a sus ojos, sanear las cuentas públicas con recortes para recuperar la confianza de los inversores. En su primer año logró que el Congreso aprobara la congelación de los gastos públicos durante 20 años y una reforma de la ley laboral.
También abrió a la iniciativa privada el sector petrolero. Pero dejó pendiente la reforma del régimen de jubilaciones, considerada la llave maestra del saneamiento fiscal y que ahora trata de sacar adelante Bolsonaro.
El impulso se vio cortado el 17 de mayo de 2017, cuando el diario O Globo divulgó una grabación del directivo del gigante de la alimentación JBS, Joesley Batista, en la que Temer parece avalar un pago de sobornos. El 26 de junio, el fiscal general Rodrigo Janot lo denunció por corrupción pasiva y el 14 de septiembre lo sindicó como jefe de una “organización criminal”.
Pero en ambos casos, Temer, curtido desde hace más de tres décadas en el partido MDB (centroderecha) y tres veces presidente de la Cámara de Diputados, puso toda su capacidad de maniobra en la misión de sobrevivir en el cargo. Y lo logró, dado que los diputados denegaron los pedidos del Supremo Tribunal Federal para investigar las denuncias.
Antes de dejar la presidencia, la fiscal general Raquel Dodge (quien reemplazó a Janot en 2017) lo imputó por corrupción y lavado de dinero por la firma de un decreto que habría beneficiado a algunas empresas del sector portuario.
La situación de Temer cambió el 1.° de enero, cuando dejó de beneficiarse de los fueros políticos y sus casos pasaron a manos de tribunales de primera instancia. Temer siempre se declaró inocente y atribuyó las acusaciones a una conspiración que tuvo, entre otras metas, frenar sus reformas.
Redacción Internacional *
Con información de Efe y AFP