Fiel a su discurso nacionalista, Trump ya se alista para su reelección
Todavía falta más de año y medio para los comicios presidenciales en Estados Unidos. El presidente Donald Trump, sin embargo, no solo ya está en una frenética campaña de reelección, sino que viene dejando claro que su estrategia para el 2020 será casi idéntica a la que lo llevó a una sorpresiva victoria en el 2016: atizar la retórica antiinmigrante y nacionalista que sigue teniendo mucho eco en la base del Partido Republicano mientras propaga miedo sobre las supuestas inclinaciones “socialistas” de los demócratas en su país.
A lo largo de las últimas semanas, el presidente ha recurrido a este mensaje en viajes que viene realizando a estados fronterizos en los que alerta sobre una invasión de peligrosos inmigrantes y criminales que provienen de Centroamérica e incluso Colombia, país que al parecer ha entrado en su radar de naciones no deseables.
Como en el 2016, Trump hace énfasis en la necesidad de construir un muro en la frontera con México y la implementación de políticas más agresivas para detener el flujo de ilegales.
Recientemente, por ejemplo, decidió remover a toda la cúpula del Departamento de Seguridad Interna –que se encarga de implementar su estrategia migratoria–, pues, dijo, es necesaria una mano más dura en este departamento.
En gran parte, dicen, porque Kirstjen Nielsen, la antigua secretaria en esta dependencia, se negó a reinstituir la política de “cero tolerancia” en la frontera que desató una gran controversia el año pasado porque autorizaba la separación de las familias de ilegales que eran detenidos en la frontera.
Así mismo, porque Nielsen no estuvo de acuerdo con implementar un plan que fue rechazado hasta por miembros de su propio partido y que pretendía liberar a los indocumentados que se capturan en puertos fronterizos en las llamadas “ciudades santuario”, urbes controladas por autoridades demócratas que se resisten a aplicar normas empujadas por Trump que exigen la detención y entrega de ilegales a las autoridades federales.
El presidente, además, acaba de anunciar la suspensión de toda la ayuda para los países del “triángulo norte” (Honduras, Guatemala y El Salvador) pues, según Trump, no están haciendo nada por frenar la migración a EE. UU. de sus nacionales. Eso, a pesar del concepto de la mayoría de expertos, según los cuales suspender la asistencia provocará más pobreza y la necesidad de buscar mejores oportunidades en países de Norteamérica.
Su estrategia, al parecer, también incluye atacar aparentes “flancos débiles” en el Partido Demócrata que podrían tener alto impacto electoral. En días recientes, el presidente la ha emprendido contra la Ilhan Omar, representante demócrata a la Cámara por el estado de Minnesota, que alcanzó su curul en las pasadas elecciones legislativas.
Omar, que junto con Rashida Tlaib son las únicas legisladoras de origen musulmán en el Congreso de EE. UU., dijo hace poco que tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, por culpa de “algunos” ahora “todos los musulmanes estaban perdiendo sus derechos civiles”.
Trump aprovechó el momento para catalogarla de irrespetuosa y carente de patriotismo. Generando de paso un rebrote de nacionalismo que se ha traducido en amenazas contra la vida de la legisladora. El incidente está jugando en contra de los demócratas –y Trump lo explota– pues surgen como un partido que respalda a candidatos “foráneos” simplemente por profesar una religión diferente.
Así mismo, viene insistiendo –en ese mismo contexto– que sus rivales son “antiisraelíes”, con lo que pretende cortejar al importante voto judío que suele ser más demócrata que republicano.
Un discurso parecido es el que también está usando para calificarlos de “socialistas” por respaldar a varios de los candidatos que llegaron al Congreso en los comicios del 2018 y que empujan ideas como salud y educación universales.
En ese sentido es que encaja, según afirman muchos analistas, su enorme interés en la crisis de Venezuela, la cual, dice, fue provocada por las políticas de izquierda de la revolución chavista.
Sobre el papel, la estrategia electoral de Trump es extraña. De acuerdo con los últimos sondeos y el promedio de Real Clear Politics, el presidente sigue estancado con un 43 por ciento de popularidad y nunca ha estado, en estos más de dos años que lleva en la Casa Blanca, cerca del 50 por ciento. Lo lógico, por lo tanto, sería tratar de ampliar su base de apoyo apelando más al centro del electorado.
Especialmente después de la derrota electoral del 2018, cuando su partido perdió la Cámara de Representantes, en gran parte porque los comicios fueron un referendo sobre su gobierno. Sin embargo, la estrategia de división de Trump está más dirigida a consolidar el respaldo de ese sector de la población que lo ayudó en su campaña del 2016: blancos, sin educación superior y mayores de 50 años.
El presidente sigue estancado con un 43 por ciento de popularidad y nunca ha estado, en estos más de dos años que lleva en la Casa Blanca, cerca del 50 por ciento.
De acuerdo con Steve Kornacki, experto en elecciones presidenciales que trabaja para la NBC, al parecer Trump ya entendió que su camino a la reelección es estrecho y por lo tanto necesita repetir la fórmula que le dio resultado en las elecciones de hace dos años.
“Trump sabe que probablemente no ganará el voto de la mayoría. Por lo tanto necesita incentivar a la base más radical del partido para que salga en masa y lo ayude a ganar en algunos estados que serán claves, como Florida, Pensilvania y Míchigan”, sostiene Kornacki.
Y eso, aparentemente, solo lo logra con una campaña que le apunta a generar división y miedo entre la población.
Trump sabe que probablemente no ganará el voto de la mayoría. Por lo tanto necesita incentivar a la base más radical del partido para que salga en masa.
A todo esto se suma la publicación el jueves pasado de la investigación que adelantaba el fiscal Robert Mueller, de la que se esperaba hiciera tambalear la presidencia de Trump y llevara a un juicio político en su contra, pero, en cambio, absolvió al mandatario estadounidense de los señalamientos de colusión con Rusia en 2016.
“Para los odiadores y los demócratas radicales de izquierdas, se acabó el juego”, escribió Trump en su cuenta de Twitter.
Sin embargo, mientras el presidente cantó victoria y se declaró totalmente exonerado, el informe dejó en claro que los investigadores no comparten esa conclusión en el caso de la acusación de obstrucción de la justicia. Y es un punto que los demócratas han aprovechado. “Donald Trump ha pasado toda su presidencia involucrado en una campaña continua de obstrucción, intimidación y abuso de poder”, afirmó el presidente del Partido Demócrata, Tom Pérez.
Por su parte, el Partido Demócrata también prepara sus cartas para enfrentar a Trump.
Al menos 16 miembros han anunciado su candidatura. Entre ellos está el popular Joe Biden– quien fue ‘vice’ de Obama–, hay siete mujeres (un récord), cuatro afroamericanos (otro récord), el primer hombre abiertamente homosexual que se lanza a una carrera de este tipo.
Según analistas y sondeos, si la carrera demócrata se plantea como un referendo anti-Trump, lo más probable es que se imponga un moderado del corte de Biden.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En Twitter: @sergom68