La encrucijada de la oposición tras fallido plan contra Maduro
El martes pasado , el continente americano se despertó con la noticia de que un supuesto alzamiento militar en Venezuela, liderado por el presidente encargado, Juan Guaidó, y el sorpresivamente liberado líder opositor Leopoldo López, tenía posibilidades de prosperar y deponer finalmente el régimen chavista.
Pasaron las horas, miles de personas llegaron a las afueras de la base militar de La Carlota para apoyar el movimiento, sobrevinieron los habituales choques con la policía y se apresuraron los mensajes de apoyo a la sublevación desde Estados Unidos y otros países.
Pero, al final de la jornada, López terminó en calidad de huésped, primero en la casa del embajador chileno y, luego, en la del español. Guaidó continuó al día siguiente su peregrinar en las marchas del Primero de Mayo. Y un orondo Nicolás Maduro se dirigió en cadena nacional, rodeado de militares y ministros, a dar su parte de victoria y demostrar que sigue en el sillón presidencial.
Algo parecido a lo sucedido el 23 de febrero, cuando se pensó que la presión para hacer entrar la ayuda humanitaria iba a conseguir el milagro de que los militares cambiaran de bando ante los sentidos reclamos de la población. Cuando llegó la noche, la ayuda no entró, Maduro siguió en el poder y los militares lo rodearon. Apenas unos cuantos cientos de guardias tomaron la decisión de desertar.
“Esto es lo más parecido al mito de Sísifo –dice desde Caracas un analista que prefirió reservar su nombre por motivos de seguridad–. La oposición mueve ilusionada la pesada piedra cuesta arriba, llena de expectativas a la gente, a la comunidad internacional; se especula sobre el silencio de Maduro, pero al final de la tarde el presidente sale sonriente a decir que en Miraflores está y en Miraflores se queda, y la piedra vuelve a rodar por la ladera”.
Muchas fueron las razones de las que se habló para entender el porqué lo del martes no tuvo el efecto esperado. Las explicaciones pasan por el hecho de que no hubo un verdadero levantamiento militar más allá de dos docenas de militares, de que ningún comandante de un cuerpo con manejo de armas o de tropas se haya sumado al movimiento y de que la gente no salió a las calles en cantidad suficiente.
La explicación desde Washington fue más sorpresiva aún cuando se aseguró que Maduro estuvo sentado en un avión dispuesto a huir rumbo a La Habana, pero que una llamada desde Moscú lo convenció de quedarse.
Pero tanto Maduro como el Kremlin desmintieron esa versión. “Hasta dónde llega la falta de seriedad, la insensatez, la locura, la mentira”, dijo Maduro refiriéndose a Pompeo, mientras Moscú aseguró que esas afirmaciones eran falsas y acusó a Washington de apoyar un golpe de Estado “que no tiene nada que ver con la democracia”.
Al final quedó un amargo sabor de derrota para quienes desean que caiga Maduro, porque se siente que se agotan los escenarios para la oposición ante el riesgo inminente de que la estrategia de calle sufra el desgaste y el desánimo porque no hay resultados inmediatos.
Y es que poco ha funcionado: ni la presión internacional ni la estrategia de sanciones de EE. UU. y la UE, ni el intento de hacer ingresar la ayuda humanitaria, ni las marchas callejeras ni tratar de convencer a los militares de retirarle su apoyo al régimen chavista.
De hecho, analistas tan bien informadas sobre el tema militar como Rocío San Miguel creen que la oposición no ha enviado el mensaje que los militares quieren escuchar. Incluso Guaidó reconoció ayer, en una entrevista con ‘The Washington Post’, que los opositores calcularon mal el apoyo entre los militares.
Hablaron, hablaron y hablaron y, cuando llegó el momento de la acción, no estuvieron dispuestos a hacerlo (…) Ni siquiera contestan el teléfono ahora
El vaso medio lleno
Quizás lo que quedó del martes fue la libertad de Leopoldo López, el quiebre de algunos agentes del servicio de Inteligencia (Sebín) que permitió su liberación, y la aparente certeza de que la oposición ha estado negociando con cuadros revolucionarios importantes como el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Mikael Moreno, y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López –quien dijo que los quieren comprar como mercenarios–, sin que de momento se sepan con exactitud sus alcances, sus fechas o sus contenidos.
Aunque se sabía que Guaidó había emprendido contactos con los militares, por primera vez Padrino y otros cargos fueron identificados como sus interlocutores.
El representante especial de EE. UU. para la crisis en Venezuela, Elliott Abrams, dijo que en los últimos meses se han dado conversaciones “interesantes” que implican a los tres funcionarios.
Incluso altos cargos estadounidenses confirmaron la existencia de un acuerdo de 15 puntos entre el entorno de Maduro y la oposición, y que este se frustró a último momento.Según le dijo a la agencia Efe Abrams, “el acuerdo hablaba de garantías para los militares”.
Gustavo Tarre, embajador de Guaidó ante la OEA, dijo a EL TIEMPO que las negociaciones se frustraron posiblemente porque Maduro se enteró a última hora y que el operativo para sacar al dirigente chavista estaba programado para el jueves, pero que se adelantó porque se conoció de fuentes confiables que iban a arrestar a Guaidó y trasladar a López, quien estaba en prisión domiciliaria.
De hecho, el mismo López mantuvo la versión de que hubo conversaciones y afirmó, desde la residencia del embajador español en Caracas, que durante tres semanas se reunió con varios generales en su casa, pero no dio nombres.
John Bolton, asesor de seguridad de EE. UU., atribuyó la falta de un compromiso al miedo a los agentes cubanos que trabajan en las fuerzas militares y las fuerzas de seguridad.
También quedan, por supuesto, la calle, que sigue caliente, y la esperanza de la gente, que está convencida de que el fin de la era de Maduro no será inmediato, pero sí está cercano. Maduro celebró, pero no sale fortalecido.
Estas son fisuras que en este momento pueden parecer pequeñas, pero que pueden marcar la debilidad de unos cimientos construidos a lo largo de más de 20 años de revolución.
Un edificio así no puede tumbarse de la noche a la mañana, y es claro que la aparente monolítica solidez del régimen cada vez muestra que hay niveles en los que la oposición puede seguir trabajando, a lo que se suma que la entrada en vigencia plena de las sanciones petroleras van a ponerlo en una cada vez más difícil situación.
“Hablaron, hablaron y hablaron y, cuando llegó el momento de la acción, no estuvieron dispuestos a hacerlo (…) Ni siquiera contestan el teléfono ahora”, criticó Abrams, para dejar ver que altos mandos del chavismo se podrían dejar tentar acosados por la propia situación de la Fuerza Armada, cuyas familias también sufren los apretones económicos.
Identificar a los que supuestamente iban a traicionar a Maduro es un error estratégico porque supone que nunca más van a trabajar con la oposición o con EE. UU.
El problema es que de ser ciertas esas negociaciones, Washington ya los desenmascaró, y uno de esos personajes es nada más ni nada menos que Padrino López, quien, para muchos, tiene la llave de la permanencia de Maduro en el poder.
“Identificar a los que supuestamente iban a traicionar a Maduro es un error estratégico porque supone que nunca más van a trabajar con la oposición o con EE. UU.”, opinó Fernando Cutz, quien hasta hace poco fue asesor de Trump para asuntos latinoamericanos. “Si haces que Maduro se vuelva paranoico sobre la gente que lo rodea, puedes avergonzarlo, pero no necesariamente lo debilitas”
En el fondo, en lo que varios analistas coinciden es en que la oposición y Washington siguen leyendo mal la capacidad real del chavismo de maniobrar para aferrarse al poder, y los que veían una caída inminente hoy se están haciendo a la idea de que puede ser un largo proceso, lo que no quiere decir que sea imposible, mucho más cuando el asunto Venezuela ya entró en la órbita de las tensiones geopolíticas entre EE. UU. y Rusia.
“Claramente, las fuerzas de la oposición subestimaron la resistencia de Maduro en el poder y su habilidad de enfrentar presión significativa en las calles”, dice Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano.
Las fuerzas de la oposición subestimaron la resistencia de Maduro en el poder y su habilidad de enfrentar presión significativa en las calles
Lucha de colosos
En esa órbita geopolítica en la que se ha puesto la crisis venezolana, los analistas consideran que Caracas es una moneda de cambio en el juego entre Donald Trump y Vladimir Putin.
Así se pudo percibir luego de que tras una charla el viernes pasado, Trump salió a decir que creía que Moscú no quería intervenir en Venezuela, casi al mismo momento en que su secretario de Estado, Mike Pompeo, y el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, visitaban el Pentágono para explorar posibilidades de una intervención militar.
“Rusia busca transformar su influencia en Maduro –que, de hecho, no es absoluta– en una oportunidad de tener un diálogo con EE. UU.”, dijo Tatyana Stanovaya, directora de R.Politik, un gabinete de análisis con sede en París.
Según los analistas, Rusia tendría mucho que perder si se produjera un cambio de liderazgo. Pero lo que podría ganar a partir de un posible acuerdo con Washington podría ser mucho más importante para el Kremlin. “Putin podría hacer un trato: si a cambio de aceptar la partida de Maduro obtuviera algo realmente grande por parte de Trump”, apuntó Timothy Ash, estratega en BlueBay Asset Management.
Putin podría hacer un trato: si a cambio de aceptar la partida de Maduro obtuviera algo realmente grande por parte de Trump
Ash sugirió que Moscú quisiera que EE. UU. levantara las sanciones, permitiera que las compañías petroleras rusas operen libremente en Venezuela. “Creo que ellos (la administración Trump) estarían felices de hacer un trato con Putin, según el cual este sacaría a sus tropas de Venezuela a cambio de que EE. UU. hiciera la vista gorda con lo que ocurre en Ucrania”.
REDACCIÓN INTERNACIONAL*
Con AFP, Efe y Reuters