El futuro incierto de un diálogo para Venezuela

La profunda crisis política que atraviesa Venezuela tiene, entre muchas, dos heridas graves: los intentos de diálogo protagonizados entre el régimen revolucionario y la oposición, el primero ocurrido tras los tres meses de protesta de 2014 y el segundo, finalizado sin resultados en enero de 2018 tras otra oleada de choques que dejó más de 130 asesinados en 2017.

En ambos casos el oficialismo no solo logró sortear los nudos políticos del momento, sino también imponer su voluntad.

En 2018, nada menos, ilegalizó a los principales partidos de la oposición y adelantó unas elecciones presidenciales diseñadas a su conveniencia.  Por eso no extraña el inmenso escepticismo que ha generado la exploración de un nuevo diálogo, impulsado por Noruega y el Grupo de Contacto Internacional (GCI) –conformado por países de la Unión Europea y de América Latina– y reconocida tanto por el chavismo como por la oposición.

La filtración sobre dos reuniones, ocurridas martes y miércoles en Oslo de las partes por separado, puede ser el primero de los grandes retos que deben saltarse para continuar los encuentros, que ahora deben lidiar con la presión política de haberse hecho públicos. Esto, para muchos, puede matar al proceso incluso antes de nacer.

Diálogo entre el gobierno venezolano y la oposición

República Dominicana fue la sede uno de los intentos de diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana. 

“Los procesos de negociación exitosos son privados, porque si se filtran solo muestran lo que cedes, no lo que ganas y torpedea los intereses de las partes”, recuerda a EL TIEMPO el economista y director de Datanálisis, Luis Vicente León.

Sin embargo, hasta este fin de semana la llegada del Grupo de Contacto internacional a Caracas y sus encuentros con representantes del régimen de Nicolás Maduro y de la oposición liderada por Juan Guaidó parece reforzar el empeño en caminar en la dirección de un diálogo ante la evidente debilidad de las partes.

El problema, para el gobierno, es que cada paso que da no hace sino reforzar su mandato autoritario porque ha perdido su
legitimidad

Por un lado, el régimen de Maduro se sostiene sobre un puñado de militares leales en una coalición incapaz de detener el deterioro acelerado de las condiciones socioeconómicas del país y, por el otro, la oposición parece haber agotado sus cartas de presión para lograr el “cese de la usurpación” tras el fallido levantamiento del pasado 30 de abril.

“El gobierno no se ha derrumbado y, a pesar de las apariencias, la oposición resiste. El problema, para el gobierno, es que cada paso que da no hace sino reforzar su mandato autoritario porque ha perdido su legitimidad. Y, para la oposición, la neutralización de su capacidad efectiva como brazo legislativo a través de la Asamblea Nacional la reduce a un actor sin poder. Precisamente por esa situación interna de cada uno necesitan un dispositivo que destranque el juego”, explica también la venezolana y profesora de Política Internacional del Valencia College María Puerta Riera. Pero León destaca que “nadie negocia porque quiere”.

Guaidó en protesta en Caracas

El presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó reconoció que envío a representantes de la oposición a Oslo. 

Foto:

AFP, Marvin Recinos

Uno de los sinsabores más grandes que han dejado los diálogos previos es la sensación de que el chavismo los ha utilizado para ganar tiempo sobre los nudos de la crisis, asegurando que está dispuesto a asumir compromisos que luego desecha abiertamente, como la liberación de presos políticos o el establecimiento de condiciones para unas elecciones limpias y con plenas garantías.

Hasta el papa Francisco, esencialmente reacio a pronunciarse políticamente sobre el tema venezolano, le respondió a Maduro en duros términos sobre los resultados del fallido diálogo de República Dominicana recordando que este fue interrumpido “porque lo que se había acordado en las reuniones no fue seguido por gestos concretos para implementar los acuerdos”.

La comunidad internacional debe dejar claro que no tolerará la manipulación del gobierno en esta oportunidad

Confianza, el reto

Así, la construcción de un piso mínimo de confianza entre las partes luce como el segundo y mayor escollo a solventar para lograr un diálogo.

Para la profesora Puerta Riera, esto dependerá en gran parte de la actuación de quienes se perfilen como mediadores, en este caso Noruega y el Grupo de Contacto Internacional.

“El peligro para la oposición es que el régimen siempre ha sacado ventaja política a los diálogos. La comunidad internacional debe dejar claro que no tolerará la manipulación del gobierno en esta oportunidad”, precisa.

Vale decir que el escenario político venezolano ha cambiado en variables fundamentales, por lo que León apunta a que lo que está ocurriendo en este momento no puede compararse con las experiencias previas y destaca que, todavía, no puede llamarse diálogo.

“Justamente lo que se está midiendo en este momento es la necesidad de las partes a negociar. Estamos en el momento de la exploración para llegar a acuerdos básicos”, afirma.

“Es absurdo plantear el fracaso o el éxito sobre procesos previos, son independientes. El éxito de una negociación política depende del poder de negociación de ambas partes, de su disposición –porque no les queda más remedio– y tercero, de la metodología y los intermediarios del momento. Ninguna de esas cosas es igual a los eventos de 2014, o de República Dominicana en 2018. El poder de negociación del gobierno no es el mismo, entonces no tenía sanciones ni una crisis de esta magnitud a cuestas, ni un liderazgo opositor consolidado como hasta ahora como el que representa Guaidó”, precisa.

Que esté ocurriendo esta exploración también luce como el enfriamiento final de la opción de una intervención militar internacional en Venezuela.

Sin embargo, la filtración sobre la exploración del diálogo dejó ver que la oposición parece seguir arrastrando una de sus fallas estructurales, la falta de un consenso entre sus líderes.

No son pocos los que apuntan a que fueron solo representantes del partido Un Nuevo Tiempo los que viajaron a Oslo –el ex alcalde Gerardo Blyde y el segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional, Stalin González– y el economista “independiente” Fernando Martínez, lo que dejó por fuera a representantes de partidos como Voluntad Popular y Primero Justicia, artífices de la coalición internacional y la tríada y mantra político de Guaidó: “cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”.

VALENTINA LARES MARTIZ 
Corresponsal de EL TIEMPO 
CARACAS

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