Estados Unidos vs. Irán: ¿se acerca una guerra?
El 9 de mayo de 2018, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un giro abrupto sin precedentes para la política exterior de su país, anunció que el acuerdo nuclear alcanzado con la República Islámica de Irán el 14 de julio de 2015 quedaba sin efectos. En consecuencia, Trump ordenó el retiro unilateral de Washington de dicho acuerdo.
Esa decisión implica violar las normas sobre este tipo de acuerdos en lo que respecta a la cesación de los compromisos y sus efectos legales. Francia, Alemania y Reino Unido intentaron disuadir a Trump, por las graves consecuencias que su decisión tiene para Oriente Medio e, incluso, para toda Asia Central y Asia Pacífico. Sin embargo, los esfuerzos fueron en vano por dos motivos: La administración Trump les apuesta a acciones radicales contra los Estados que considera “enemigos” de su país. Esa posición está claramente representada por John Bolton, consejero de seguridad nacional, y por Mike Pompeo, el actual secretario de Estado. Y Trump está obstinado en oponerse ciegamente a todo lo que tenga el sello de la administración de Barack Obama. En este caso, el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, denominado Plan de Acción Conjunto y Completo, firmado en 2015, durante el gobierno de Obama.
Trump justificó su decisión afirmando que el acuerdo era una ficción, al creer que un régimen “asesino” tuviera un programa nuclear con fines pacíficos. Y, en esa misma declaración, el presidente calificó al Estado iraní de ser el mayor patrocinador mundial del terrorismo.
Por Arabia Saudí e Israel
Con las afirmaciones anteriores quedó claro que Estados Unidos no solo defendía sus intereses estratégicos, sino los de sus aliados más estrechos: los de Israel, gobernado por Benjamin Netanyahu, y los de Arabia Saudí, una monarquía absoluta liderada actualmente por Salmán bin Abdulaziz.
Estos dos países, oficialmente distantes uno del otro, y durante muchos años enemigos activos, comparten una perspectiva estratégica sobre Irán: ven en el régimen teocrático de Teherán a un enemigo que puede destruirlos.
Para Israel, la amenaza iraní ha llegado de diversas formas, directa o indirectamente. Irán ha patrocinado el grupo armado Hamás, que Estados Unidos e Israel consideran terrorista, y el grupo Hezbolah, presente en el país vecino de Líbano, grupo con el cual el Ejército de Israel ha sostenido varios enfrentamientos, como la guerra de 2006.
El caso de Arabia Saudí es más complejo. Irán y Arabia Saudí representan las dos tendencias principales del islam. Sin embargo, Arabia Saudí se siente el epicentro del mundo sunita árabe y del no árabe. Gran parte de su legitimidad se basa en el hecho de que conserva los lugares santos, entre los que se encuentra la ciudad de La Meca, y dentro de ella la Kaaba, la piedra alrededor de la cual se va a practicar la peregrinación obligatoria dentro del islam, a la que acuden anualmente millones de personas.
Además, las confrontaciones bélicas en Siria, en Yemen e, inclusive, en Libia han hecho surgir dos grupos de acción geopolítica, junto con las consecuentes alineaciones internacionales. En el caso de Siria, por un lado están los que han logrado sostener al régimen de Bashar al Asad en el poder –como Irán, Rusia y China– y por el otro están sus contradictores –Reino Unido, Estados Unidos, Francia y Alemania–. Sin embargo, este escenario no estaría completo si no se tiene en cuenta a Abubakar al Bagdadí, el líder de Estado Islámico y autoproclamado califa de todos los musulmanes el 29 de junio de 2014.
En el caso de Yemen, Irán ha apoyado a los rebeldes hutíes, entre quienes una clara mayoría se declara de orientación chiita. En esa contienda, Arabia Saudí ha ejecutado una intervención militar a toda escala, con claras consecuencias militares y políticas.
En este contexto, es claro que al desconocer y ahora amenazar al gobierno de Irán con acciones militares directas, Trump no solo se inspira en los intereses estadounidenses, sino en los de sus mayores y más importantes aliados de la región.
La vieja teoría de la disuasión
Sin embargo, no hay que olvidar que Irán es una economía de tamaño medio, con una clara vocación de poder internacionalista. Irán salió victoriosa –o por lo menos no derrotada– de la guerra con Irak, de 1980 a 1988, que dejó más de 1,5 millones de muertos. Durante décadas, Irán se ha preparado para diferentes escenarios militares.
Irán representa la única sociedad mayoritariamente chiita con una revolución exitosa, aunque tenga problemas económicos.
Esa sociedad ha visto en la tecnología nuclear una alternativa de energías de uso civil y una tecnología para obtener un arma que le garantice la invulnerabilidad estratégica necesaria.
Después de la muerte del ayatolá Ibrahim Ruhollah Jomeini, el desarrollo de la energía nuclear en ese país ha recibido varias asistencias internacionales, entre las que se sabe de apoyos rusos y chinos, y algunas fuentes de inteligencia sospechan que incluso también de la India. Irán ha sido un aliado estratégico de India en las guerras contra Pakistán, que a su vez es aliada de Arabia Saudí en la provisión de tecnología militar y hasta de armamento nuclear.
En este escenario, la decisión de Trump no solo impide un control de lo que haga Irán con su programa nuclear, sino que estimula una carrera nuclear a gran escala en toda la región, y específicamente en el mundo musulmán.
A mediados de mayo, Estados Unidos anunció que enviaría un portaaviones a Oriente Medio, entro otros materiales militares, y que desplegaría grandes unidades de infantería en esa región. El objetivo era intimidar a Irán y advertirle que no retomara su programa nuclear.
La respuesta de Irán fue suspender gran parte de acuerdo nuclear ante los Estados europeos y movilizar sus sistemas de defensa en toda línea. Esas mismas semanas, Arabia Saudí declaró que algunos de sus pozos petroleros han sido atacados. Sin embargo, no presentó ninguna prueba de ello. Y, en Israel, Benjamin Netanyahu salió ganador de las últimas elecciones, lo que le permite retomar la agenda contra Irán haciendo eco de las políticas de Trump.
Todo en Oriente Medio parece estar alineándose en la posición necesaria para iniciar una guerra, aunque Trump haya declarado el 17 de mayo que no quiere un conflicto militar con Irán, en lo que parece un llamado de atención a Bolton y Pompeo.
A diferencia de Irak, las fuerzas militares iraníes están altamente motivadas para luchar contra Estados Unidos, por razones ideológicas, religiosas y culturales.
Por eso es importante recordar que siempre es fácil iniciar las guerras, pero que no obstante las estrategias militares que se tengan, nunca se sabe cómo se desarrollarán ni cómo terminarán.
CARLOS ALBERTO PATIÑO*
Razón Pública**
(*) Doctor en Filosofía, profesor titular y director del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia. (**) Razón Pública es un centro de pensamiento sin ánimo de lucro que pretende que los mejores analistas tengan más incidencia en la toma de decisiones en Colombia.
Cinco puntos claves
En el 2018, Trump saca a EE. UU. del acuerdo nuclear de 2015, por el que Irán aceptó limitar su programa atómico a cambio del levantamiento de las sanciones que castigaban su economía. En mayo de este año Irán deja de cumplir algunos puntos del acuerdo.
La actual crisis se genera por los ataques (12 de mayo, sin víctimas) contra cuatro petroleros en aguas de Emiratos Árabes y unas instalaciones de bombeo de crudo en Arabia Saudí, por presuntos grupos aliados de Irán y que según Washington ponen en peligro el suministro de crudo mundial. Como respuesta, Estados Unidos movilizó 1.500 hombres y varios barcos de guerra a la zona.
En su visita a Japón (esta semana), Trump aseguró que no busca un cambio de régimen en Irán, sino que no haya armas nucleares; y abrió la puerta a un diálogo. Teherán se niega a un diálogo directo, pero Japón podría fungir de mediador.
En EE. UU., pocos creen que Trump le quiera abrir un nuevo frente de guerra a su país, y menos con una nación con la capacidad militar de Irán y con las presidenciales del 2020 acercándose. Fuentes de alto nivel aseguraron al diario ‘The Washington Post’ que lo que busca el Gobierno estadounidense es que las sanciones obliguen al régimen iraní a buscar un acuerdo antes de empezar a perder el control interno por la inflación y recesión que castigan su economía.
El peligro mayor es que la crisis interna de Irán por las sanciones, que buscan debilitar ese país y su influencia regional, termine catapultando políticamente sectores más radicales. Su actual presidente, Hasán Rouhaní, es considerado un islamista moderado.
Redacción EL TIEMPO