Sínodo de Amazonia aprueba ordenación sacerdotal de hombres casados
El Sínodo sobre la Amazonia concluye con una histórica petición que puede cambiarle la cara a la Iglesia católica de rito latino.
Por 128 votos a favor y 41 en contra, los cardenales y obispos participantes en la asamblea aprobaron ayer invitar al papa Francisco a que permita la ordenación sacerdotal de hombres casados y con familia que sean reconocidos por sus comunidades, cuenten con una “fecunda” experiencia como diáconos y reciban una formación adecuada para convertirse en presbíteros.
El documento final pide, además, que las mujeres puedan acceder a los ministerios del lectorado y el acolitado, encargados de leer la palabra de Dios en la asamblea litúrgica, ayudar al sacerdote en el altar y distribuir la comunión, entre otras tareas.
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Se solicita, igualmente, la aprobación de un ministerio instituido para “la mujer dirigente de la comunidad”, así como el diaconado permanente femenino. Para ello se retomará la comisión de expertos creada por el Pontífice en 2016 y cerrada dos años después sin llegar a ninguna conclusión definitiva.
Francisco tendrá ahora que estudiar las recomendaciones del Sínodo y publicar antes de fin de año, según planteó él mismo en su discurso de clausura, un documento magisterial que trate estas cuestiones.
La eventual aprobación de la ordenación sacerdotal para hombres casados garantizaría la celebración de los sacramentos en zonas remotas de la región amazónica, donde algunas comunidades se pasan años sin ver a un sacerdote.
No obstante, el tema plantea evidentes implicaciones para la Iglesia de otras regiones, por lo que una parte de los participantes en la asamblea subrayaron que es necesario un “abordaje universal” de ese delicado y controversial tema.
La ordenación sacerdotal de hombres casados es la cuestión que más polémica levantó durante las tres semanas de debates del Sínodo y así quedó reflejado en el resultado de la votación, pues el punto relativo salió adelante por un escaso margen.
Para ser aprobado cada apartado necesitaba recibir al menos los votos de dos terceras partes de los padres sinodales.
El documento final también plantea que, “ante la ausencia de sacerdotes en las comunidades”, los obispos pueden confiar “la cura pastoral” a una persona de la comunidad aunque no sea un cura. “Deben evitarse personalismos y por ello será un cargo rotativo”, subraya el texto.
Antonio José de Almeida, profesor de teología en la Pontificia Universidad Católica de Paraná y autor de varios libros sobre esta materia, plantea que el derecho de los católicos a recibir la eucaristía está por encima de otras condiciones.
“Los candidatos al ministerio presidencial o eucarístico deben, en principio, ser de la propia comunidad. La que no tenga a nadie que pueda asumir el ministerio presbiterial aún debe caminar mucho para poder celebrar su propia eucaristía”, sostiene De Almeida, que supera el habitual término viri probati para hablar de ‘presbíteros comunitarios’.
El documento final del Sínodo tampoco habla de viri probati y da igualmente un paso adelante con la exigencia de que los candidatos tengan a sus espaldas un “diaconado permanente fecundo”.
Más allá de estas cuestiones, el Sínodo ofrece un interesante diagnóstico sobre los problemas ecológicos, sociales y eclesiales de la Amazonia y plantea que la Iglesia es la “aliada” de los pueblos de esta región “para denunciar” la persecución de los indígenas, “los proyectos que afectan al medioambiente y el modelo económico de desarrollo depredador y ecocida”.
‘Pecado ecológico’
Los obispos consideran que llegó el momento de defender el “corazón biológico” de la Tierra, esa región amenazada por incendios, devastación y miseria.
Además de un “rito amazónico” para las comunidades del Amazonas, con más de 400 pueblos indígenas, han propuesto la introducción del “pecado ecológico”, así como impulsar la creación de un “fondo mundial” para “reparar la deuda ecológica” con la selva.
“Proponemos definir el pecado ecológico como una acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente. Es un pecado contra las futuras generaciones y se manifiesta en actos y hábitos de contaminación y destrucción de la armonía del ambiente”, reza el punto 82 del documento.
Darío Menor Torres
Para EL TIEMPO
Roma