‘Mala noticia para los demócratas: no tienen un candidato inspirador’

Todavía faltan 48 estados por votar, más elecciones en cinco jurisdicciones especiales. Aun así, la carrera por la nominación presidencial del partido demócrata en Estados Unidos para los comicios de noviembre próximo comenzó a tomar forma esta semana, luego de las primarias en el estado de Nuevo Hampshire.

El senador Bernie Sanders, que ganó este estado y obtuvo un empate técnico en el caucus (asamblea) de Iowa, parece estar a la cabeza de la contienda. Pero seguido muy de cerca por Pete Buttigieg, el joven alcalde de South Bend, Indiana, que volvió a sorprender y viene en ascenso. Paralelamente, el exvicepresidente Joe Biden, que hasta hace poco era el llamado a ganar la nominación, está en caída libre, y pocos creen que se pueda recuperar. Aun si se trata de un diagnóstico todavía muy prematuro y que, en lugar de respuestas, está provocando muchas dudas dentro del partido demócrata. Para algunos, hasta algo de pánico.

Lo de Sanders era previsible. Hace 4 años, en las primarias del 2016, estuvo a punto de arrebatarle la nominación a Hillary Clinton, por lo que goza de gran reconocimiento nacional, tiene experiencia y una operación muy organizada que se nutre del entusiasmo entre la gente joven del país. Como en las elecciones pasadas, el senador acapara el voto más liberal dentro del partido.

Y si bien en este momento todavía se disputa ese segmento del electorado con la senadora Elizabeth Warren, lo más probable es que consolide su liderato en el ‘caucus’ de Nevada este próximo 22 de febrero y termine imponiendo su nombre en el llamado supermartes del 3 de marzo, cuando votan 14 estados y están en juego un tercio de los delegados que se reparten (un candidato necesita sumar 1.991 delegados de los 3.979 que existen para asegurar la nominación).

Las encuestas, a nivel nacional, además, ya lo ubican en el primer lugar de las preferencias electorales con un 23-25 por ciento de las intenciones de voto.

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“Se sabía que Sanders iba a acaparar el voto más liberal. Pero la apuesta del establecimiento era que Biden, como sucedió con Hillary Clinton, iba a emerger como el candidato de centroderecha del partido, o la opción más ‘moderada’, y entre ambos se disputarían la punta con un triunfo del exvicepresidente como desenlace. Por eso, el desplome de Biden está provocando caos e incertidumbre en el partido”, sostiene Bill Schneider, profesor en política y gobierno de la Universidad de George Mason.

Eso, de acuerdo con este analista, porque siempre se ha creído que el ideario liberal de Sanders es muy extremo y, si llega a ganar la nominación, podría asustar a los votantes de centro e independientes cuando llegue la hora de la elección nacional. Y sobre todo frente a un Donald Trump que se ha encargado de propagar la idea de que Sanders y los de su línea quieren imponer el “socialismo” en EE. UU., una palabra a la que este país se le tiene pavor.

El problema para los demócratas, según Schneider, es doble, pues está surgiendo un candidato del ala liberal que se considera inelegible, sin que exista aún un claro aspirante entre los moderados que convenza.

El vacío que ha dejado Biden lo está llenando Buttigieg, cuya campaña se ha enfocado en posiciones centristas. Pero Buttigieg está lejos de ser el candidato ideal. Si bien todo el mundo reconoce su inteligencia y ha brillado en los debates, su única experiencia de gobierno ha sido la alcaldía de una pequeña cuidad en un estado remoto. No ayuda que tenga apenas 38 años, y su condición de homosexual declarado tampoco es un punto a favor en un país donde la mayoría tiende a ser conservadora en cuestiones de género.

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La falta de un puntero entre los moderados le ha abierto la puerta a la tardía candidatura del exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg, quien, sin siquiera participar en las dos primeras elecciones, ya acapara el 15 por ciento de las intenciones de voto. La apuesta de Bloomberg es dar la sorpresa en el supermartes, y por eso ha estado gastando cientos de millones en esos estados.

Pero la candidatura de Bloomberg plantea dudas que, para el partido, son casi existenciales. Aunque su condición de exitoso multimillonario (es mucho más rico que Trump) lo pone en inmejorable posición para desafiar al presidente, el exalcalde está lejos de ser un fiel representante del espíritu demócrata. De hecho, hasta hace muy poco Bloomberg estaba afiliado al Partido Republicano, y fue en representación de ellos como llegó a la alcaldía de Nueva York. Y un triunfo de su candidatura podría desestimular las bases del partido cuando llegue la hora de votar en noviembre.

“La buena noticia para los demócratas, y eso se vio en las encuestas a boca de urna en Iowa y Nuevo Hampshire, es que hay un tema claro que los unifica: la necesidad de derrotar a Trump. La mala es que, a diferencia de lo que sucedió con Barack Obama, o incluso Hillary Clinton, no hay un candidato que inspire o entusiasme”, añade Schneider.

De hecho, ya varios analistas han comenzado a considerar la posibilidad de que los demócratas lleguen a la convención nacional del partido, durante la cual se corona al nominado, sin que nadie haya ganado la contienda y esta tenga que ser resuelta durante la misma convención a través de alianzas entre campañas y el voto de superdelegados (personas que reciben esa asignación por ser figuras del partido, pero que solo pueden votar si no hay un claro ganador).

Es decir que la carrera se atomice entre tres o cuatro nombres y ninguno logre alcanzar los 1.991 delegados necesarios. Un escenario de pesadilla, pues posterga la disputa hasta agosto y hace muy difícil que el partido se unifique en torno a una nueva persona.

“El gran ganador de Iowa y Nuevo Hampshire no fue Sanders o Buttigieg, sino el presidente Trump, porque quedó claro que no tienen candidato y van a nominar o a un socialista o a un niño”, afirma Kimberly Guifoyle, que trabaja en la campaña del presidente.

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Y no han faltado quienes digan que fueron los propios demócratas, al empujar el proceso de destitución contra Trump por solicitar a Ucrania que investigara a Biden, quienes terminaron enterrando su candidatura. O que, al menos, fue una jugada maestra del presidente contra quien percibía era su principal obstáculo para la reelección. Biden, hay que aclarar, no está derrotado. Pero los malos resultados en Iowa y Nuevo Hampshire sí han puesto su candidatura contra las cuerdas, y está obligado a mejorar en Nevada y ganar, sí o sí, en Carolina del Sur si quiere sobrevivir.

El argumento de su campaña es que al vicepresidente no le ha ido bien porque Iowa y Nuevo Hampshire, por ser muy ‘blancos’, no son estados muy representativos de lo que es el Partido Demócrata en la actualidad, conformado más por un bloque que agrupa a minorías, inmigrantes, gente joven y mujeres.

Por eso, todas sus energías están puestas en Carolina, ya que allí pesa mucho el voto afroamericano. Si gana, podría meterse de nuevo en la pelea. De acuerdo con Cedric Richmond, uno de los directores de campaña del ‘exvice’, Biden está siguiendo el libreto de la candidatura de Bill Clinton en 1992.

Clinton no solo perdió Iowa y Nuevo Hampshire también, sino 10 primarias consecutivas hasta que ganó en Georgia y Carolina del Sur. Esos dos resultados, a solo días del llamado supermartes, lo dispararon a la nominación y luego a la presidencia. Pero no le será fácil. Clinton, de hecho, es el único en la historia reciente que ha podido ganar la nominación pese a perder en las dos primeras citas electorales.

El panorama, en todo caso, se ha despejado bastante. De los 24 candidatos que entraron ya solo quedan 10, y entre ellos solo 5 tienen opciones reales de ganar.

Aun así, el arranque de esta carrera y sus resultados parciales indican que el proceso de nominación del Partido Demócrata será largo, lleno de altibajos y con desenlace impredecible.

SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington

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