Europa y sus nuevas colas del hambre
Miles de personas haciendo fila a la espera de una bolsa con unos pocos alimentos, de algo de ropa, de unos libros para los niños. El reventón económico que provocaron las medidas restrictivas para evitar la propagación del coronavirus amplió a tasas sin precedentes un fenómeno que nunca se había ido del todo, pero que parecía muy contenido: el de los pobres de solemnidad que deben hacer una fila para que su ayuntamiento, Cáritas o alguna ONG les den una bolsa con algunos alimentos.
De los barrios obreros de Atenas hasta los bohemios de Berlín, del centro de Madrid a la banlieu de París, las filas crecen y el ejército de desamparados se multiplica.
Millones de europeos están viviendo la peor crisis que recuerdan, mientras el bloque se hunde en una recesión histórica. Los datos que manejan organizaciones como Cáritas muestran que la demanda de alimentos gratis en Europa occidental creció en menos de dos meses entre un 25 y un 30 por ciento.
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El síntoma más crudo de esta crisis llegó con un comunicado de la ONG Médicos sin Fronteras en el que explicaba que por primera vez en su historia (la ONG, una de las mayores del mundo, se creó en 1971) había puesto en marcha programas alimentarios en el Reino Unido y Alemania.
La Federación Europea de Bancos Alimentarios (una organización que coordina los bancos alimentarios de 29 países del Viejo Continente) aseguraba a finales de abril: “La crisis social ya llegó, y la experiencia nos dice que durará mucho tiempo. Si la Europa del este parece estar pasándolo mejor, en Italia, en España, en Francia, en Bélgica, la demanda de ayuda alimentaria sube entre un 20 y un 25 por ciento. En el Reino Unido es aún peor. Teníamos 30 millones de personas en situación de grave pobreza en Europa. Hace una década esperábamos que esa cifra cayera a 20 millones, pero en dos meses ha aumentado en varios millones, podemos llegar a 50 millones en pocos meses”.
Sergio Maydeu-Olivares, especialista en desarrollo y estudios humanitarios y consultor asociado del Centro Cidob de Barcelona, estima que “a corto plazo hay que cubrir las necesidades alimentarias (y escolares) de miles de personas” y cree que “esto solo puede hacerse reforzando las cadenas de distribución existentes, tanto por parte de las administraciones públicas (por ejemplo, con los comedores sociales) como las redes vecinales y ONG que ya actúan en los barrios con mayores desigualdades”.
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La otra respuesta, según este analista, sería “aprobar a la mayor brevedad posible la renta mínima”. Esa renta mínima existe en algunos países europeos, y se anuncia su aplicación en otros, como España.
Los datos de Cáritas muestran la amplitud del fenómeno. En Milán, una de las ciudades más ricas de Europa, ya hay ocho centros de distribución de alimentos. En Madrid y Barcelona, el número de personas cuya única comida viene de donaciones aumentó en mes y medio un 40 por ciento.
La prensa española contaba recientemente cómo en Madrid son más de 100.000 personas las que hacen fila por comida.
El fenómeno no es exclusivo del sur de Europa. En Ámsterdam, la demanda de alimentos gratuitos creció un 30 por ciento. La organización británica Food Foundation asegura que cinco millones de británicos con hijos menores de edad están en una situación de inseguridad alimentaria. El doble que hace un año.
Todo un sector laboral se vio sin ingresos de la noche a la mañana: camareros de bares que cerraron, mujeres de limpieza de hogares y empresas, empleados del pequeño comercio o trabajadores independientes de la clase baja y media-baja que vivían de mes en mes y en dos meses se quedaron sin ahorros, y que por su anterior situación laboral quedan fuera de subsidios públicos o solo tienen derecho a una parte.
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El Parlamento Europeo maneja datos que advierten de la rápida subida del número de pobres de solemnidad. Y recuerda que la Unión Europea tiene un programa, dotado con 3.800 millones de euros, dedicado directamente a comprar alimentos para las asociaciones que se dedican a repartirlos. En los últimos años alcanzó para ayudar a 13 millones de personas. Los nuevos pobres de Europa.
Idafe Martín Pérez
Para EL TIEMPO
Bruselas