Lula da un golpe de autoridad sobre el ejército tras tomas bolsonaristas

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, dio toda una demostración de fuerza al destituir al comandante del Ejército, en un intento por apaciguar su relación con la fuerza castrense tras el asalto a los poderes del 8 de enero por parte de bolsonaristas radicales.

Bolsonaristas tomaron a la fuerza el congreso, en Brasilia, el 8 de enero.

La decisión de Lula mostró su autoridad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas y con ella espera recomponer su confianza en el Ejército.

Sin haber completado su primer mes en el poder, el mandatario progresista cesó al general Júlio César de Arruda como jefe del Ejército la noche del sábado, un día antes de poner rumbo a Argentina para su primer viaje internacional desde que tomó posesión del cargo.

Escogió como sustituto al general Tomás Paiva, quien esta semana defendió de forma enérgica la democracia y el resultado de las elecciones presidenciales de octubre de las que salió vencedor Lula sobre un expresidente Jair Bolsonaro que sigue sin reconocer su derrota en las urnas.

“La decisión de Lula mostró su autoridad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas” y con ella espera “recomponer su confianza” en el Ejército, explicó Marco Teixeira, profesor de Ciencia Política del centro de estudios Fundación Getulio Vargas (FGV).

En su opinión, el inesperado despido de Arruda mandó también un mensaje para reforzar “la autoridad civil sobre el Ejército”, después de los cuatro años de gestión del ahora expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), en los que abrió espacio a miles de militares para ocupar cargos del Gobierno.

La crisis de confianza entre el Gobierno de Lula y el Ejército fue reconocida por el ministro de Defensa, José Múcio, y se viene gestando desde antes incluso de la intentona golpista perpetrada hace dos semanas por miles de partidarios de Bolsonaro en Brasilia.

Empezó a tomar forma con los campamentos que montaron los simpatizantes del exmandatario a las puertas de los cuarteles del país para pedir una “intervención” militar que derrocara a Lula y devolviera al poder al capitán retirado del Ejército.

Uno de los más numerosos estuvo instalado frente al Cuartel General del Ejército de Brasilia desde prácticamente las elecciones de octubre hasta un día después de la violenta invasión a las sedes de la Presidencia, el Congreso y la Corte Suprema.

Lula no perdonó, ni va a perdonar la ocupación de campamentos enfrente del Ejército. Quiere una investigación absoluta.

El campamento solo fue desactivado por orden de la Corte Suprema y se sospecha que albergó a parientes de militares.

“Lula no perdonó, ni va a perdonar la ocupación de campamentos enfrente del Ejército. Quiere una investigación absoluta”, indicó Múcio en declaraciones al diario O Globo.

El asalto de Brasilia del 8 de enero, en el cual están siendo investigados unos pocos militares de la activa y la reserva por su presunta participación, aumentó las grietas en la relación con la fuerza terrestre.

El propio Lula acusó a «muchos» policías y militares de ser «conniventes» con el ataque a las instituciones.

«Necesitamos saber quiénes son los culpables. Evidentemente, el Ejército no estuvo detrás de eso, pero hay que sancionar a la gente de las Fuerzas que estuvo involucrada y saber quién ayudó a destrozar» los tres poderes, defendió Múcio a O Globo.

Es preferible mostrar fuerza en este momento y restablecer el patrón de confianza que tener una fisura abierta en el Ejército que pueda generar nuevamente inestabilidad.

El punto álgido fue, según medios locales, la resistencia del general Arruda para despedir al antiguo ayudante de órdenes de Bolsonaro, el teniente-coronel Mauro Cid, nombrado para comandar un estratégico batallón de la ciudad de Goiânia.

Cid era hombre de la máxima confianza de Bolsonaro y está siendo investigado en el Supremo en diversas causas, una de las últimas filtradas por la prensa trata sobre movimientos financieros sospechosos de la familia del líder ultraderechista. Todo ello llevó a la destitución de Arruda.

Teixeira confía ahora en que la relación Gobierno-Ejército «se apacigüe» y acabe ese clima de desconfianza.

“Es preferible mostrar fuerza en este momento y restablecer el patrón de confianza que tener una fisura abierta en el Ejército que pueda generar nuevamente inestabilidad”, concluye Teixeira.

Sao Paulo,Efe

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