La bomba de tiempo que llevó a una migración récord de cubanos

En los últimos meses los titulares de influyentes medios de comunicación han lanzado una idea-fuerza de manera reiterada: “grave crisis migratoria en Cuba”. Siendo indudable el gran flujo migratorio que vive el país, la mayoría de los análisis no han abordado con el rigor suficiente un fenómeno que para su correcta compresión exige tener en cuenta las múltiples aristas que lo condicionan.

Según los datos del último año proporcionados por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU., en la frontera mexicana, el número de cubanos que salieron de la isla hacia territorio norteamericano fue de 220.000, una cifra muy superior a los más de 39.000 del año anterior y a los 14.000 del 2020.

Por su parte, la Guardia Costera interceptó a más de 5.000 nacionales de Cuba que intentaban llegar a la Florida por mar, una cantidad solo alcanzada en 2016 y en la década de los noventa, en la crisis de los balseros.

El incremento del flujo es muy significativo, por lo que resulta necesario identificar las razones de tal aumento. En primera instancia, hay que subrayar que se combinan variables diversas, unas de orden interno y otras de carácter externo. Algunas de estas últimas no están presentes en los movimientos migratorios del resto de países latinoamericanos hacia EE. UU. El caso cubano tiene una importancia trascendental, por lo que abordaremos esas variables en primer lugar.

Covid y bloqueo

Cuando hablamos de variables de orden externo, nos estamos refiriendo a dos tipos: por un lado, las de carácter global y, por otro lado, las que dependen de Washington. Las globales han sido dos fundamentalmente. Primero, las consecuencias de la pandemia de covid-19 y, posteriormente, la espiral inflacionaria producto, entre otras cuestiones, de la guerra en Ucrania.

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La otra variable de orden externo que tiene un impacto de gran magnitud y que el resto de países del entorno no la sufren es el bloqueo de EE. UU. y, especialmente, el endurecimiento de este a partir de principios de 2017, durante el gobierno de Trump. Las más de 240 nuevas medidas aprobadas por el anterior presidente estadounidense marcaron un cambio radical respecto al proceso de apertura que abrió Obama y, sobre todo, con el paso del tiempo (cinco años hasta el momento) han logrado su principal objetivo: golpear con contundencia la ya de por sí frágil economía cubana y, en consecuencia, han intensificado la tendencia migratoria.

Todas las medidas citadas han provocado y promovido el colapso económico del país, afectando a dos ámbitos estratégicos para la isla. Por una parte, los principales sectores económicos cubanos y, por otra, los servicios básicos. Un grupo de medidas se ha dirigido a asfixiar a los tres grandes motores económicos (servicios médicos en el exterior, turismo y remesas) para así reducir drásticamente los ingresos de divisas del país.

Los resultados de esta política han sido exitosos para la estrategia estadounidense, ya que los sectores citados han registrado unos ingresos sustancialmente inferiores a los de los años previos. Los servicios médicos en el exterior han sido suspendidos en algunos países debido a la presión ejercida contra sus gobiernos por la Casa Blanca.

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El monto de las remesas a familiares que se envían desde EE. UU. también ha caído notablemente, producto del límite impuesto por Trump en el año 2019. El turismo, además de por la pandemia, se ha visto afectado por las multas impuestas por tribunales estadounidenses a diferentes empresas que tienen negocios en Cuba (a finales de diciembre, una jueza de Miami sancionó a los cruceros Carnival, MSC SA, Royal Caribbean y Norwegian, por un valor de 450 millones de dólares, por usar ilegalmente un puerto de La Habana confiscado a una empresa estadounidense por el régimen de Castro, en 1960, a la luz de la ley Helms-Burton de 1996).

El otro flanco, como mencionábamos antes, ha sido el de los servicios básicos. Destacan las medidas punitivas contra compañías suministradoras de combustible, lo cual ha restringido la capacidad energética del país, impactando no solo a las industrias, sino también al transporte público y al servicio eléctrico y castigando así a la población con largas colas e innumerables apagones (las filas para conseguir gasolina o los apagones también se intensificaron luego del incendio en el principal centro de hidrocarburos en la provincia de Matanzas, en agosto de 2022).

Paralelamente, las sanciones estadounidenses también han afectado –más de lo habitual– la llegada de medicamentos, material médico e insumos para la producción de alimentos, incrementando aún más el desaliento ciudadano.

Las empresas 

Para entender la magnitud de estas medidas hay que resaltar el efecto que han tenido en infinidad de empresas de muchos países, las cuales han decidido suspender sus relaciones comerciales y financieras con la isla. Dos de las nuevas medidas (la reinclusión de Cuba en la lista de “Estados patrocinadores del terrorismo” y la activación del título III de la ley Helms-Burton) sirven como ejemplo para comprender la ruptura con Cuba de compañías que, incluso a pesar del bloqueo, habían tenido históricamente relaciones económicas con el país.

En cuanto a las variables de orden interno, algunas de las últimas medidas de la reforma económica han sido identificadas como importantes razones del amplio malestar social. Nos referimos a la incorporación al mercado libre de algunos productos básicos de la cesta de la compra que antes estaban protegidos. Esto ha sucedido además en un contexto de gran inflación, por lo que se ha reducido sustancialmente el poder adquisitivo de los grupos de población más vulnerables y, a su vez, se ha producido un aumento de la desigualdad social en una sociedad en la que todavía tiene un gran peso el imaginario igualitarista.

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Para concluir, resulta complicado realizar previsiones, ya que se suponía que la administración demócrata encabezada por Joe Biden dejaría sin efecto un buen número de las medidas de Trump; sin embargo, hasta la fecha no lo ha hecho.
Por otro lado, es evidente que las nuevas generaciones jóvenes, en un país con un alto nivel de formación educativo, seguirán migrando en busca de unas condiciones materiales de vida mejores, al igual que sus coetáneos de la gran mayoría de países de la región.

La diferencia podría venir si el actual tratamiento privilegiado de EE. UU. hacia la migración cubana, gracias a la vigencia de la Ley de Ajuste, terminara por la derogación de la citada ley y, mucho más aún, si el bloqueo contra el país concluyera (un horizonte que con Obama se empezó a vislumbrar).

Esto, obviamente, no suprimiría el flujo migratorio, pero por lo menos si obligaría a analizar la migración cubana con unos estándares más similares al del conjunto de América Latina.

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LUIS MIGUEL UHARTE POZAS (*)
The Conversation (**)

(*) Profesor titular en el Departamento de Antropología Social. Universidad del País Vasco.
(**) Es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons.

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