El misterio de los ‘globos espía’ de China: ¿una tormenta en un vaso de agua?
Con cada día que pasa, la crisis que se desató por el “globo chino” y los otros tres objetos no identificados, que Estados Unidos derribó sobre su espacio aéreo, se está pareciendo más a «una tormenta en un vaso de agua».
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Esta semana, diversos medios de comunicación, entre ellos The Washington Post, The New York Times y CNN, publicaron recuentos de funcionarios de la comunidad de inteligencia, según los cuales Washington ahora cree que el globo ingresó a territorio continental estadounidense de manera “accidental”.
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Vale recordar que la detección del artefacto sobre el estado de Montana provocó la cancelación del viaje a Pekín que tenía previsto el secretario de Estado, Antony Blinken, y una seria disputa entre ambos rivales que sigue aún sin resolverse.
Especialmente luego de que Estados Unidos usó aviones de guerra para destruir el artefacto sobre las aguas costeras de Carolina del Sur.
Fue una especie de competencia sobre quién lucía más duro frente a China. Nadie está excusando el comportamiento de Pekín ni tampoco sirve esconder sus intenciones expansionistas.
Según los recuentos, Estados Unidos había detectado la presencia del globo a través de sus satélites desde que despegó de la isla Hainan, en el sur de China. La trayectoria esperada era similar a la de otros globos que han sido ubicados en el pasado y que por lo general se acercan a la isla de Guam y Hawái, donde Estados Unidos posee bases militares.
Sin embargo, a mitad de camino, el artefacto comenzó a desviarse inesperadamente hacia el norte, donde fuertes corrientes de aire lo habrían empujado hacia territorio continental de Estados Unidos.
La inusual trayectoria y el hecho de que luego atravesó medio país hasta salir hacia el océano Atlántico fue lo que prendió las alarmas. Pero de acuerdo con estos medios de comunicación, los modelos meteorológicos de esa semana, al igual que expertos en el sector, confirman que la trayectoria del globo sí fue en parte determinada por el clima.

Vista del globo que sobrevoló territorio estadounidense.
AFP PHOTO / CHASE DOAK
Según las fuentes, aunque el artefacto sí posee un sistema de propulsión que es controlado remotamente, no es lo suficientemente poderoso como para cambiar de dirección en medio de una fuerte corriente de aire.
En otras palabras, la primera versión que dio China cuando se hizo pública la presencia del globo no estaba muy lejos de la realidad.
“Afectada por el viento del oeste y con una capacidad de autocontrol limitada, la aeronave se desvió gravemente de la ruta programada. China lamenta que la aeronave se desviara hacia Estados Unidos debido a una fuerza mayor”, dijo en su momento el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país.
En todo caso, las mismas fuentes, y altos funcionarios estadounidenses, están seguros de que el “globo chino” no tenía un objetivo meteorológico, como insiste Pekín, sino de espionaje.
Algo que, sostienen, van a poder demostrar una vez analicen los restos del artefacto que fue recuperado del fondo del mar. Así mismo, saben que por experiencias pasadas y la recopilación de inteligencia que hace parte de un robusto programa de monitoreo de países rivales, que incluye no solo globos sino satélites para interceptar comunicaciones y fotografías de instalaciones sensibles.
Anotan, también, que si bien el objetivo no parecía ser penetrar el espacio aéreo continental, una vez en posición aprovecharon la circunstancia para obtener información crítica, pues sobrevoló zonas donde Estados Unidos almacena misiles nucleares.
En ese sentido, continúan defendiendo tanto el derecho a defender su soberanía nacional como la decisión de derribar el aparato y alegan que sigue siendo Pekín quien le debe explicaciones no solo a Washington sino al resto del mundo.

El Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica aclaró que los otros tres globos no tienen relación con el primer artefacto que entró al país.
Paralelamente, el propio presidente Joe Biden, en un discurso pronunciado este jueves desde la Casa Blanca, confirmó que los otros tres objetos derribados durante el fin de semana pasado probablemente tenían fines “comerciales” y, por lo tanto, “benignos” en su naturaleza y nunca representaron una amenaza.

Joe Biden, presidente de Estados Unidos, durante un discurso.
El presidente descartó, además, que los tres objetos tuvieran relación con China o algún otro país.
Previamente, otros funcionarios habían indicado que los artefactos fueron detectados luego de que Estados Unidos ajustó sus radares y sistemas de defensa tras el incidente con el globo chino.
“Es como cuando uno le dice al buscador de Google que considere criterios adicionales. Aparecieron cosas que ya estaban allí, pero que antes no estábamos buscando”, afirma una fuente de inteligencia.
Dado el enrarecido clima que ya existía en el país tras la aparición del globo pocos días antes y la presión política para responder con firmeza ante este tipo de violaciones, se optó por destruirlos también.
Pese a ello, el presidente reiteró que volverá a usar los misiles para neutralizar cualquier objeto que represente una amenaza para la seguridad del pueblo estadounidense.
Pero lo que muchos se preguntan ahora que se sabe que la trayectoria del globo pudo ser accidental y que los otros objetos tenían fines comerciales y de investigación es si a su administración “se le fue la mano” en su respuesta ante los incidentes.

Xi Jinping, presidente de China.
Especialmente porque desde que llegó a la Casa Blanca, pero en particular tras la llegada de los republicanos al poder en la Cámara de Representantes el mes pasado, sus rivales lo han acusado de ser “suave” con China.
Eso a pesar de que ningún funcionario de alto nivel de Biden se ha reunido aún con autoridades de Pekín, mientras que Donald Trump –su antecesor republicano– recibió a Xi Jinping en su residencia de Mar-a-Lago y luego asistió a una bilateral con el presidente chino en Japón.
De acuerdo con Howard Fench, profesor de periodismo en la universidad de Columbia, tanto la administración Biden como el Congreso adoptaron una posición casi “histérica” frente al incidente que complica las relaciones en el futuro.
“Fue una especie de competencia sobre quién lucía más duro frente a China. Nadie está excusando el comportamiento de Pekín ni tampoco sirve esconder sus intenciones expansionistas. Pero es una aproximación inmadura y peligrosa frente a un adversario similar a lo que representó la Unión Soviética en su momento y que requiere más cabeza fría y estrategia. Este no será el último de los incidentes que se presente y deben existir protocolos y otros canales para procesarlos”, sostiene Fench.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON