Con Bolton fuera, Trump busca un timonazo en política exterior

Al presidente Donald Trump nunca le gustó ni el poblado bigote ni la desgarbada apariencia física de su ya exasesor nacional de Seguridad, John Bolton. Tampoco que lo desautorizara en público o el tono condescendiente que a veces utilizaba para dirigirse a él.

Pero ninguna de estas razones tiene que ver con su inesperada destitución el martes pasado. De acuerdo con una mayoría de analistas, el presidente ha comenzado a dar un giro de 180 grados en la política exterior, con énfasis en la diplomacia y la paz. Y Bolton, un neoconservador de los más aguerridos, era un gran obstáculo para sus ambiciones.

Aunque Trump inició su presidencia con un tono guerrerista que lo llevó al borde de una guerra nuclear con Corea del Norte, a pedir una intervención militar en Venezuela y al abandono del acuerdo nuclear del 2105 con Irán –entre otros–, en el último año ha comenzado a dar signos de ese cambio de dirección.

Especialmente en las últimas semanas. De acuerdo con fuentes en Washington, la gota que rebosó la copa en el caso Bolton fue la decisión del presidente de ofrecerles una cumbre a los talibanes en Camp David para firmar un acuerdo de paz que permitiera la salida de las tropas de EE. UU. en Afganistán tras 18 años de guerra.

Donald Trump

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, al anunciar la cancelación de los diálogos con los talibanes.

Bolton, por supuesto, se opuso de manera radical. Para este halcón neoconservador ofrecerle semejante pleitesía a un grupo que aún es considerado terrorista en EE. UU. y que ofreció refugio a Al Qaeda, mientras estos entrenaban y planeaban los atentados del 11 de septiembre del 2001 contra Washington y Nueva York, era descabellado.

Pero la tensión entre ambos venía de tiempo atrás y en diversos frentes. Trump, por ejemplo, viene trabajando tras bambalinas en una posible cita de alto nivel con el líder iraní Hassan Rouhani y está contemplando la eliminación de algunas de las sanciones que se le han impuesto al régimen islámico.

La idea es negociar un nuevo pacto nuclear que remplazaría al que se firmó hace cuatro años con otras potencias nucleares y del que EE. UU. se retiró el año pasado por designio de Trump. Así mismo, y si bien nunca ha dejado de empujar por mejorar las relaciones con Rusia, ahora pretende negociar un nuevo pacto para la eliminación de armas nucleares que esta vez incluiría a China.

Hasán Rohaní

Presidente de Irán, Hasan Rohaní.

‘Militarismo y presión’

Por supuesto, también está su decisión de ofrecer dos cumbres al dictador norcoreano Kim Jong-un en búsqueda de un pacto que lleve a la desnuclearización del régimen comunista.

Y fue Trump, además, el que le puso freno de mano a la intervención militar unilateral que Bolton proponía para sacar a Nicolás Maduro del poder. Algo que esta semana reconoció el propio Trump de manera implícita cuando dijo que el exasesor se había “extralimitado” en el caso de Venezuela.

Trump quiere cerrar el capítulo de militarismo y máxima presión, y abrir uno nuevo en el que su enfoque es lograr grandes pactos

Por supuesto, también está su decisión de ofrecer dos cumbres al dictador norcoreano Kim Jong-un en búsqueda de un pacto que lleve a la desnuclearización del régimen comunista.

Y fue Trump, además, el que le puso freno de mano a la intervención militar unilateral que Bolton proponía para sacar a Maduro del poder. Algo que esta semana reconoció el propio Trump de manera implícita cuando dijo que el exasesor se había “extralimitado” en el caso de Venezuela.

Donald Trump y Kim Jong Un

El líder de Corea del Norte Kim Jong-un y el presidente de EE. UU., Donald Trump. 

Foto:

REUTERS / Kevin Lamarque

“Trump quiere cerrar el capítulo de militarismo y máxima presión, y abrir uno nuevo en el que su enfoque es lograr grandes pactos y garantizar un legado, quizá hasta un Nobel. Por eso quiere acuerdos con Irán, con los talibanes, con Putin y con Kim”, afirma Thomas Wright, del Brookings Institute.

Según Wright, estas dos versiones de Trump –el militarista y el negociador– siempre han sido parte de su carácter. Sin embargo, opina Wright, en la medida en que se acercan las elecciones del 2020, el presidente ha comenzado a dar prioridad “al negociador”, pues sabe que esto le roba oxígeno a los demócratas, que siempre se han inclinado por posturas más pacifistas.

El problema, afirma Martin Indyk, del Consejo para las Relaciones Exteriores es que Trump está guiando su política exterior basado en ambiciones políticas e intereses personales (el Nobel de Paz) que no se alinean con los intereses del país.

De hecho, lo más probable es que su giro genere una gran fractura con el ala más conservadora de su partido, que le apostaba a una estrategia de cambio de régimen en Irán, Corea del Norte, Venezuela y Afganistán, y hasta con los llamados centristas.

Muchos probablemente respirarán con más alivio ahora que Trump parece inclinarse por la diplomacia

Para estos últimos, el punto no es pretender este tipo de acuerdos (que muchos líderes de EE. UU. antes que Trump han procurado), sino en cómo se negocia, qué se da a cambio y el impacto que eso pueda tener frente a los intereses de seguridad nacional al largo plazo.

De acuerdo con Wright, el afán de Trump por lograr estos acuerdos ya de entrada pone a los líderes rivales en una posición ganadora, pues saben que está urgido de un triunfo y se le pueden extraer concesiones.

El único que quizá le dé juego a Trump es el ruso Vladimir Putin, pues le interesa que el mandatario gane la reelección y le ofrezca un acuerdo sobre desarme que luego pueda vender como una victoria.

De hecho, Trump se acaba de retirar del tratado para limitar los misiles nucleares de medio alcance que ya tenía con Rusia y no es descabellado pensar que regrese al mismo, pero con un nombre diferente.

Pero otros, como Kim, Rouhani o los talibanes, tienen mucho por ganar si Trump termina negociando desde una posición de debilidad. O China, por ejemplo, que tendría más razones para extender la guerra comercial, pues sabe que Trump la necesita si quiere lograr un acuerdo con el norcoreano.

“Muchos probablemente respirarán con más alivio ahora que Trump parece inclinarse por la diplomacia (y le ha dado la espalda a guerreristas como Bolton). Pero las cosas nunca son tan simples. Su énfasis en el beneficio político de este tipo de pactos y su deseo de ser visto como el gran negociador pueden entorpecer estos objetivos y causar las mismas crisis que se supone está tratando de evitar”, afirma Wright.

Pero, sobre todas las cosas, si algo ha dejado claro Trump en estos dos años y medio en la Casa Blanca, es que es impredecible. Y así como ahora parece ponerse una piel de oveja, fácilmente podría ser lobo si sus planes no marchan como pensaba.

SERGIO GÓMEZ MASERI 
Corresponsal de EL TIEMPO 
WASHINGTON
En Twitter: @sergom68

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *