34 años después, Suecia identifica al asesino del ministro Olof Palme
El exprimer ministro sueco, Olof Palme, fue asesinado el 28 de febrero de 1986 a las 23:21 horas por Stig Engström, el conocido como “el hombre de Skandia”, por el nombre de la empresa en la que trabajaba.
Engström, quien se suicidó en 2000, era un ultraderechista con formación militar que siempre estuvo entre los sospechosos.
Las autoridades suecas dan por cerrado el caso con la casi absoluta seguridad de que Engström disparó a Palme, pero sin saber si lo hizo por su cuenta y riesgo o si detrás se escondía un autor intelectual.
(Lea también: Irán ejecutará a ‘espía’ que filtró información a la CIA)
Después de años de teorías de todo tipo, las autoridades suecas creen estar seguras de quién mató a Palme. Se habló de milicias kurdas, de grupos ultraderechistas suecos, de la CIA, del Mossad, del KGB, de la Suráfrica del Apartheid.
La Policía sueca guarda más de 100 “confesiones”. Algunas personas fueron detenidas. Christer Petterson, un drogadicto y delincuente con antecedentes penales, llegó a ser condenado y encarcelado.
Poco después un tribunal declaró nulo el veredicto por falta de pruebas suficientes. Él siempre negó ser el asesino. Ninguna investigación dio frutos (hubo graves fallos policiales) y poco a poco el caso fue desapareciendo de las prioridades políticas. Decenas de libros intentan hacer luz sobre la autoría intelectual del crimen.
Olof Palme (Estocolmo, 1927) fue un socialdemócrata pragmático que soñó con un mundo más justo, un vanguardista que buscó una ‘tercera vía’ entre socialismo y capitalismo décadas antes que los laboristas británicos.
34 años después de su muerte, Palme sigue siendo una figura mítica para la socialdemocracia europea, un líder que marcó una época, que peleó en el escenario mundial muy por encima del peso de su país y cuyo asesinato provocó una conmoción política en Europa. Tras su muerte, Palme fue comparado con figuras como Gandhi, el arzobispo Romero o Luther King.
(Lea aquí: ‘La pandemia de coronavirus está «empeorando» en el mundo’: OMS)
Se había criado en una familia relativamente rica y conservadora y se había formado como jurista en la Universidad de Estocolmo y en el estadounidense Kenyon College de Ohio.
Con 19 años se afilió al Partido Socialdemócrata Sueco y al acabar sus estudios universitarios empezó a trabajar en el Gabinete del primer ministro Tage Erlander. En 1957 fue elegido diputado.
Tras ser ministro de varias carteras durante más de una década, fue nombrado primer ministro en 1969 cuando tenía 42 años. Gobernó ocho años, hasta 1976. Tras seis años de Gobierno conservador, en 1982 volvió a ganar.
Su relación con la figura del personaje del Quijote la inició su amigo Felipe González al regalarle un ejemplar de la obra cumbre de la literatura española cuando Palme cumplió 50 años.
Entonces dijo que Don Quijote era “un obstinado, un tozudo, alguien movido por una idea” y que precisamente “así hay que ser en la lucha por la paz”. González le había escrito como dedicatoria: “Si pudiera servirte de buen compañero de viaje, como a mí, estaría cumpliendo su misión”. González agradecía así la lucha de Palme contra el franquismo.
La imagen de 1975 en la que pide dinero por las calles de Estocolmo para ayudar a la oposición democrática española –una forma de concienciar a los suecos- es una de las fotos históricas del tardofranquismo.
Consiguió apenas 18.000 pesetas de la época pero sobre todo consiguió que los estertores de la dictadura franquista coparan las tapas de la prensa de medio planeta.
(En otras noticias: Houston despide a George Floyd, símbolo de las protestas en EE. UU.)
El líder socialdemócrata fue un dirigente heterodoxo, amado como un profeta por muchos, odiado por pocos pero poderosos. Palme fue coherente. Como primer ministro defendió públicamente lo mismo que había defendido siempre, la lucha de los oprimidos, desde palestinos a vietnamitas, de disidentes argentinos, chilenos o uruguayos a minorías étnicas estadounidenses. Y aplicó esas políticas: Suecia dio asilo a desertores estadounidenses que rechazaron ir a la guerra de Vietnam.
En una medida fuera de lo normal en aquella época, hizo que 500.000 inmigrantes en Suecia tuvieran los mismos derechos que los nacionales, entre ellos el de voto. Palme es responsable de que Suecia haya sido durante décadas un refugio para perseguidos. En proporción a su población, fue el país europeo que más refugiados sirios aceptó en 2015.
Tuvo sueños políticos que iban contra las dos grandes superpotencias de la época, como la creación de una Europa desnuclearizada. Palme fue tercermundista, aplaudió las descolonizaciones y pisó callos, pero recibió el respeto de sus pares europeos.
Era irónico, listo como el hambre y de convicciones muy claras. Sus adversarios lo tildaban de pedante. Pero fue consecuente al aplicar en política lo que siempre pensó. La defensa de los pobres, de los condenados de la Tierra, de la paz. Su labor mediadora fue clave para acabar con la guerra entre Irak e Irán.
Buscó que las relaciones entre países fueron más justas, viajó por África y denunció el apartheid cuando esa lucha no había llegado a las cancillerías europeas. Se opuso a la carrera de armamentos entre Estados Unidos y la Unión Soviética y a su intervencionismo en terceros países.
No hizo amigos entre los grandes. Condenó las injerencias pro-golpistas estadounidenses en América Latina y las intervenciones soviéticas en Hungría, en Checoslovaquia.
(Le puede interesar: Madeleine McCann: qué se sabe del sospechoso que reavivó el caso)
Adelantado europeísta (Suecia no entraría en la UE hasta 1995) que no eurocentrista, Palme dio un impulso importante al modelo económico sueco (fuerte fiscalidad, fuertes servicios públicos, sindicatos potentes, poca desigualdad) y puso énfasis en que sus políticas estuvieran dirigidas en primer lugar a acabar con el desempleo, fenómeno que veía como un derrochador de recursos y un generador de sufrimientos.
Decía Palme que no había división mayor que entre aquellos que tienen trabajo y aquellos que no. Democratizó el acceso a la universidad, fue pionero de las políticas ecologistas y convirtió el estado del bienestar sueco en el más potente del mundo.
Decían que vivía en utopía. Él respondía que sin utopías no se podía vivir. Una de sus utopías iba a ponerse en marcha cuando fue asesinado: una reconversión industrial para que las empresas de armamento suecas se convirtieran en industrias civiles.
En 1969, en una entrevista a David Frost, dijo: “En el momento en que la gente empieza a pensar en sus obituarios empieza a tener miedo, no se atreve a hacer cosas y pierde su vitalidad. Mientras estemos en la Tierra, tenemos que hacer que la vida sea lo más decente posible. Esa es la base de mi ideología política”. En otra entrevista dijo: “Vietnam, Guernica, Oradour, Babi Yar, Katyn, Lidice, Sharpeville, Treblinka. La violencia triunfó pero la posteridad condenó a sus perpetradores”.
(Lea aquí: Regresar a su país, el nuevo drama de los venezolanos)
Hasta que el sueño acabó con una bala en la espalda un 28 de febrero. Los registros dicen que hacía frío, 3 grados bajo cero. Era de noche, las 23:21. Volvía del cine, paseando por la Avenida Sveavagen de Estocolmo con su esposa Lisbet. Sin escolta. Un hombre se acercó por detrás y disparó. Palme agonizó unos minutos. Moría un hombre. Nacía un mito, el Kennedy europeo.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
PARA EL TIEMPO
BRUSELAS