El ‘terremoto’ que marcó el viraje de Trump frente al coronavirus
Apenas horas después de que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, dió un giro en su discurso y sus decisiones para enfrentar la pandemia del coronavirus, Florida se unió a los estados de ese país que ordenaron el confinamiento de sus ciudadanos en el país con más contagios a nivel mundial.
Ya son 200.000 contagios en la potencia norteamericana y Nueva York, la “capital del mundo”, es el epicentro global de una enfermedad que, según el secretario general de Naciones Unidas, ya se convirtió en la mayor crisis para la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial.
En el estado de Nueva York, donde este miércoles los contagios ascendían a 83.712 y los fallecidos a 1.941, se espera que el pico llegue a finales de abril, mientras que en Florida ya se cuentan 87 muertos y cerca de 7.000 contagiados por covid-19.
Estos datos de este miércoles son apenas el marco de las horas posteriores al viraje norteamericano reflejado el día anterior por las palabras más serias de un Donald Trump que, por semanas, trató de bajarle el tono. Trump, incluso, cayó en el mismo error que otros líderes al subestimar de entrada el coronavirus como “una gripa”.
De momento, 34 de los 50 estados del país, además de Puerto Rico y el Distrito de Columbia, han emitido decretos para obligar a sus ciudadanos a quedarse en casa, lo que supone que aproximadamente 89 % de la población estadounidense (unos 291 millones de personas en la primera economía mundial) se encuentran recluidos.
La inflexión en Estados Unidos está marcada por unos pronósticos que sugieren que, aun con medidas de aislamiento social, Estados Unidos podría tener entre 100.000 y 240.000 muertes a causa del coronavirus, cifras que superan incluso a las muertes que pueden dejar tragedias naturales.
Podrían ser más que las cerca de 227.000 personas que murieron a causa del terremoto en Sumatra, Indonesia, en 2004, uno de los más mortíferos de la historia. Y, según cálculos publicados en medios como El País, de España, más que los norteamericanos muertos en las guerras de Vietnam y Corea juntas, con 58.000 y 34.000 fallecidos de Estados Unidos en cada una.
Ante estas cifras, que no son todavía las del peor escenario (sin aislamiento social), Trump dijo que su país “se enfrenta a un desafío sin precedentes en su historia” e incluso les dijo a los ciudadanos norteamericanos que tal vez tengan que “hacer sacrificios” en un periodo “muy doloroso” cuya duración cierta, por lo pronto, es una incertidumbre.
Lo cierto es que, además de los pronósticos epidemiológicos que alertan a Estados Unidos y que pueden llevarlo a una recesión de su economía más grave que la de la crisis del 2008, la posición de Trump llegó después de que su país llegara al primer lugar de contagios en el mundo e incluso después de que diversas voces internas le insistieran sobre la necesidad de tomarse en serio al coronavirus.
Una de estas voces, que ha ganado figuración por estos días, es la del veterano científico Anthony Fauci, quien desde su cargo como director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciones (Niaid) de Estados Unidos ha visto pasar seis administraciones de la Casa Blanca y por eso es un figura de respeto por encima de cualquier división política o partidista en Estados Unidos.
Esto es representativo de la gravedad de la emergencia porque Trump, en diferentes momentos, ha manifestado discursos contrarios a los científicos, por ejemplo, en el escepticismo frente al cambio climático. Pero no es el único elemento.
Su giro frente a la covid-19 también se dio justamente el día que el hospital John Hopkins confirmó que Estados Unidos ya tiene más víctimas mortales de la enfermedad que China, un dato que no es menor si se mira el tamaño de las poblaciones de ambos países. Mientras el gigante asiático tiene más de 1.300 millones de habitantes, Estados Unidos tiene mil millones menos, alrededor de 329.256.000 habitantes.
Que Trump asumiera una posición recia y coherente con la evidencia cuando ya su país ostenta ese lamentable primer lugar ha sido leído como una respuesta tardía por muchos sectores, entre estos, por supuesto, el opositor Partido Demócrata. Más aún en un momento cuando las disputas de cara a las elecciones presidenciales aumentan su efervescencia. Si bien es difícil establecer si hubo un cálculo político tras su decisión, es cierto que no atender con suficiente convicción la pandemia puede llegar a ir en contra de su reelección.
Además, no se trata de un país sin capacidad de respuesta. Al contrario, es el que tiene mayor desarrollo técnico, científico y tecnológico en el mundo y el primero del Global Health Security Index, por encima de otros países que ya lograron contener el ritmo de contagios, como China, Japón y Corea del Sur.
Y si faltaran más elementos para señalar la gravedad que empujó a Trump a asumir un rol más ofensivo frente al coronavirus, este miércoles llegó a Nueva York un avión ruso cargado de ayuda humanitaria como “mascarillas médicas y equipamiento médico”, dos días después de que Trump y el presidente ruso Vladimir Putin hablaron por teléfono no solo de la enfermedad, sino también de la economía mundial. Rusia, bien es sabido, es una de las contrapartes geopolíticas de Estados Unidos en las relaciones internacionales. Por eso, ese gesto de cooperación tampoco es un dato que deba perderse de vista.
Tampoco que, según Estados Unidos, China habría mentido en su balance de víctimas del virus, según un informe de inteligencia que se presentó a la Casa Blanca que asegura que fueron más las víctimas. Mientras estas peleas de alto nivel se tranzan en los escenarios estratégicos, este miércoles murió una bebé de seis meses al parecer por coronavirus, y recordó que lo que está en juego detrás de todo, si bien puede afectar el orden mundial, son vidas humanas. Y para miles de estadounidenses, las dos próximas semanas serán, literalmente, de vida o muerte.
ELTIEMPO.COM, con agencias AFP y EFE