El desafío de Bolsonaro al impacto de la pandemia en Brasil

Brasil llegó este domingo a los 2.462 muertos y 38.654 contagios por el nuevo coronavirus, pero el gobierno del presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro insiste en que es apenas una “gripecita” a la que no hay que tenerle miedo.

El asunto puede ser peor porque los epidemiólogos coinciden en que las cifras en Brasil podrían ser apenas una fracción de la realidad, debido al muy bajo número de pruebas que se han practicado, y a que el país reúne condiciones para que la llegada del covid-19 se convierta en una pesadilla por el deficiente servicio de salud pública y a los focos infecciosos que se podrían desatar en las favelas, esos bloques barriales de miseria donde se aglomeran millones de personas.

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“El dramatismo de la situación se agrava por la inacción de un presidente que solo es capaz de reaccionar espasmódicamente ante la magnitud de la pandemia, a lo que hay que agregar las serias contradicciones existentes dentro del Gobierno, dividido entre el sector más radicalizado que lo apoya y los ministros más posibilistas que lo confrontan”, escribió el investigador para Latinoamérica del Real Instituto Elcano, Carlos Malamud.

Este domingo, como para relanzar su desafío, consolidar su mensaje de escepticismo sobre el impacto de la pandemia y su oposición a las medidas de confinamiento impuestas por algunos gobernadores, Bolsonaro arengó a manifestantes que, rompiendo la cuarentena, se concentraron frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia para pedir una intervención militar y el cierre del Congreso.

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“No queremos negociar nada», gritó el mandatario, subido en una camioneta, a los manifestantes que se agolparon en el lugar con pancartas que llamaban a la ‘intervención militar ya con Bolsonaro’ y a defender el AI-5 (acta institucional número 5), que en 1968 cerró el Congreso y suprimió numerosas garantías constitucionales.

Bolsonaro se mantuvo unos metros distante de la gente. Niños y ancianos, algunas personas con tapabocas, estaban en la primera línea de la manifestación, que reunió a unas 600 personas.

El mandatario critica constantemente a los líderes del Congreso, a los gobernadores y alcaldes que defienden las medidas de cuarentena y distanciamiento social para contener la propagación del coronavirus, como el del estado de São Paulo, el más poblado del país y que con 46 millones de habitantes concentra casi la mitad de las 2.462 muertes reportadas, y defiende un aislamiento vertical solo para la población en riesgo.

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El mandatario demerita la letalidad del virus, promueve aglomeraciones y se pronuncia reiteradamente a favor de la apertura del comercio y las escuelas.

Pero para muchos analistas, es una actitud suicida del mandatario, cuya idea es sostener el crecimiento económico así se le dispare el número de casos en el país, con la mente puesta en la reelección. Cualquier parecido con lo que sucede con el presidente estadounidense Donald Trump no es mera coincidencia.

De hecho, esto le ha valido serias fracturas dentro de su gobierno, como la destitución del ministro de Salud, Luiz Enrique Mandetta, que, como defensor del confinamiento, entró en una especie de guerra de egos con Bolsonaro, mucho más luego de que salió en un sondeo de Datafolha que evalúa la gestión de Mandetta frente al coronavirus con un 76 por ciento de aprobación, contra apenas un 33 por ciento para el presidente.

REDACCIÓN INTERNACIONAL
*Con información de agencias

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