El juego político tras las marchas contra el aislamiento en EE. UU.
En varias regiones de Estados Unidos estallaron protestas esta semana. Un sector de los habitantes reclama el levantamiento de las estrictas medidas de distanciamiento social que se han impuesto para hacerle frente a la pandemia por covid-19, pero que han ocasionado la penuria económica de millones.
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Y si bien muchas de estas manifestaciones han surgido de manera orgánica, también ha comenzado a emerger un patrón que apunta hacia un origen político que está siendo amplificado por las voces más conservadores del país y cuyo objetivo parece ser electoral.
Las protestas, por ahora, se han concentrado en estados como Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Virginia, Ohio y Texas, pero ya se están comenzando a ver nuevos brotes en muchos otros.
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En general, se trata de una amalgama de grupos entre los que hay defensores del derecho a portar armas, organizaciones religiosas y libertarios. Pero los que los une su repudio ante gobiernos que, dicen, les están robando libertades básicas como salir a la calle y trabajar para sostener a sus familias.
En estos casi dos meses que van desde que irrumpió la crisis del coronavirus más de 26 millones de estadounidenses han perdido sus empleos.
“La gente está desesperada. Aunque entienden que había que tomar medidas para frenar el avance de la enfermedad, la percepción es que en Virginia han sido muy exageradas. Muchos se están muriendo por el virus, pero también muchos vamos a morir económicamente si esto no cambia”, dice David Britt, portavoz de Reabrir Virginia, grupo que está en contra del cierre hasta el 10 de junio ordenado por el gobernador en ese estado.
Muchos se están muriendo por el virus, pero también muchos vamos a morir económicamente si esto no cambia
En cierto sentido, lo que está pasando es parecido a lo que sucedió con el llamado Tea Party, un movimiento que surgió hace una década con protestas por la reforma a la salud que empujó la administración de Barack Obama, pero que terminó convertido en un movimiento político organizado que acabó por dividir al partido republicano.
En esta ocasión, los organizadores de las marchas dicen que son apolíticos y no están siendo respaldados por grupos interesados como la Asociación Nacional del Rifle o el mismo Tea Party.
Pero las imágenes que están emergiendo de las marchas están dejando ver algo diferente. En casi todas abundan letreros promoviendo la reelección del presidente Donald Trump y gorras con el eslogan de su campaña.
Una investigación de ‘The Washington Post’, además, encontró nexos concretos entre los manifestantes y grupos con intereses políticos. Según el ‘Post’, la Convención de los Estados, una organización que está coordinando los esfuerzos de los manifestantes, tiene vínculos con Robert Mercer y los hermanos Coach Koch, multimillonarios de tendencia republicana y simpatizantes de Trump.
El mismo presidente se encargó de ponerles a las marchas su sello político cuando les ofreció su respaldo al pedir la “liberación” de Wisconsin, Michigan y Virginia, y sugirió que algunos gobernadores estaban exagerando con las medidas de distanciamiento social. Lo cual es toda una contradicción, pues fue precisamente la Casa Blanca quien diseñó las guías que deben seguir los estados para un eventual relajamiento de las restricciones.
Según estas, antes de proceder a una primera fase en el levantamiento de las medidas, los estados deben corroborar una disminución de contagios por un periodo de 14 días consecutivos. En el caso de los tres estados que Trump pidió liberar, las cifras aún están creciendo.
Grupos de extrema derecha
“Puede que las marchas hayan surgido de manera espontánea, pero no hay dudas de que se están aprovechando de ellas para promover agendas. Muchos son grupos de extrema derecha que quieren deslegitimar las instituciones. Es una cruzada antigobierno”, afirma Robert Bruele, sociólogo de Drexel University.
Y Trump, a pesar de ser del gobierno en este momento, se vende ante sus seguidores como una figura antiestablecimiento.
Otro elemento que apunta al carácter político de las marchas es el nombre de los estados donde se está protestando.
Michigan, Wisconsin y Pensilvania, por ejemplo, son claves para las elecciones de noviembre. De hecho, fue la victoria en ellos por un puñado de votos, lo que le entregó a Trump las llaves de la Casa Blanca en 2016. Y para repetir, necesita triunfar allí de nuevo.
Otros como Virginia, Ohio y Texas se consideran estados “oscilantes” (swing states) y también estarán en juego durante las presidenciales. Adicionalmente, en su mayoría, se trata de estados encabezados por gobernadores afiliados al partido demócrata. Y debilitarlos favorece a los republicanos.
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Donde no lo son, como el caso de Ohio o Texas (con gobernadores republicanos), las protestas han sido dirigidas a ciudades como Austin, que tienen alcaldes demócratas.
Hay otro componente de las manifestaciones que también deja ver esa tendencia, y es el demográfico.
La mayor parte de los contagios y muertes por covid-19 se está dando en zonas urbanas y sus suburbios, que por tradición tienden a inclinarse hacia el partido demócrata.
Y no tanto en las áreas rurales, que suelen ser más republicanas y donde vive la base electoral de Trump, a quienes no les parece que todos se tengan que sacrificar por lo que pasa en grandes ciudades como Nueva York, que les son distantes.
Es decir, el coronavirus estaría acentuando las divisiones partidistas que ya existían entre un EE. UU. rural y otro urbano. “El olfato político de Trump y los republicanos– dice Bruele– les indica que allí puede estar la clave de la reelección”. Sobre todo en momentos en que a Trump se le critica por el mal manejo de la crisis.
El tema, además, se ha ido transformando en un debate entre los que empujan por reabrir la economía lo antes posible y los que creen que apresurarse podría ocasionar muchas más muertes y estancar nuevamente la recuperación. Un debate en el que los conservadores se han comenzado a parar en la orilla de la economía y los demócratas en el de la cautela.
Pero se trata de una apuesta riesgosa. En una encuesta reciente de CBS y YouGov solo el 23 por ciento del país dice apoyar las marchas, mientras un 62 por ciento está en contra. Entre republicanos únicamente el número de respaldo es más alto, pero no pasa del 43 por ciento. En ese mismo sondeo, solo un 7 por ciento afirma que Trump debería respaldarlas.
En otras palabras, el grueso del público en EE. UU. no apoya las marchas que piden la reapertura inmediata del país, ni los esfuerzos del presidente por volverlas propias. Pero esa proporción podría comenzar a cambiar si las restricciones no se levantan pronto y se sigue agudizando la crisis económica.
Eso es lo que está por verse.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON
En Twitter: @sergom68