‘Estamos llegando al fin de una era’: Alex Williams
Alex Williams, profesor del Departamento de Política de la Universidad de East Anglia (Inglaterra) y coautor del libro Inventar el futuro: poscapitalismo y un mundo sin trabajo, cree que estamos llegando al final de una era y que el coronavirus, acompañado de tecnologías como la robotización, acelerará el desenlace del sistema dominante desde la Revolución Industrial.
En su ausencia, la gran incógnita es si el vacío lo ocupará el autoritarismo o un nuevo sistema democrático apuntalado en el sentimiento de comunidad e interdependencia que nos ha recordado la pandemia.
Su libro, que coescribió con Nick Srnicek, revolucionó en 2015 la izquierda al argumentar que hay que dejar al capitalismo sucumbir a sus propios impulsos y al tiempo promover la total automatización de la economía. La publicación fue definida por el diario The Guardian como “uno de los libros para entender el sentido del brexit”.
En sus páginas también se sugiere que es necesario acabar con el trabajo como lo conocemos e implantar la renta básica universal y una democracia participativa e igualitaria.
El problema: el monopolio del éxito del capitalismo ha acabado con la capacidad de las sociedades de pensar en futuros alternativos.
Con la llegada de esta pandemia global se abre de repente la posibilidad de soñar en un mundo nuevo.
¿Estamos más cerca de un futuro distópico o utópico tras las experiencias en esta pandemia?
Es difícil saber qué rumbo tomará la sociedad después de la pandemia del coronavirus, ya que podemos estar solo ante la primera oleada. Lo que parece claro es que tendremos varios años de crisis económica y sanitaria. En este panorama, los cambios pueden avanzar muy rápido en cualquier dirección.
La mayoría de los gobiernos europeos han respondido con seriedad a la hora de intervenir. No ha sido así en Estados Unidos. Se podría decir que estas intervenciones (en la economía) muestran que el capitalismo se ha derrumbado y que el sector financiero no puede dirigir la actividad económica con eficiencia, lo cual es verdad hasta cierto punto.
Los gobiernos han tomado control para apoyar a un gran número de personas de una manera que no se había visto antes. Las propuestas de renta básica universal, por ejemplo, no tienen precedente.
Pero el diablo está en los detalles: las propuestas que se han adoptado demuestran que se espera que el modelo tradicional de trabajo regrese. Se ha optado por regulación de empleo temporal y la congelación económica. Se intentan evitar cambios profundos y fundamentales.
¿Nos ha fallado un sistema que se consideraba el más eficiente para regular crisis y ahora vamos camino del abismo?
Estamos ante una crisis gigantesca, pero lo interesante es que es una crisis dentro de otra más dilatada en el tiempo: la del neoliberalismo, que está experimentando un lento desmoronamiento. Y esto se puede observar en el hecho de que en países como Inglaterra hasta los ideólogos de la derecha ahora comulgan con la idea de que la austeridad es inaceptable política e ideológicamente. Esto es algo totalmente inédito, y manifiesta cómo las dos crisis generan esta lucha interna.
En realidad, lo que piensan los gobiernos es que las ayudas de hoy se pagarán más adelante con austeridad, aunque entienden el peligro político que implica y es algo que puede ser rechazado tanto en la izquierda como en la derecha en el futuro.
Ahora, hasta voces conservadoras piden una renta básica universal. ¿Ya no es una propuesta exclusiva de la izquierda dar dinero a todos?
Se han dado cuenta de que sin la renta básica universal se corre un gran peligro político. Pese a que sería la solución más simple y elegante a los problemas a los que nos enfrentamos, no se está adoptando abiertamente. No obstante, con la pandemia la gente no se puede sostener por sí misma: los negocios no pueden funcionar, los arrendatarios e hipotecados no pueden pagar. Se deben suspender los pagos de alquiler y los de hipotecas.
Los planes que se han puesto en marcha en muchos casos son bastante complejos. Cuesta acceder a ellos. Son condicionales y, de nuevo, tienen ese componente neoliberal de “no vas a vivir del cuento”. Pero los gobiernos saben que, en este contexto de crisis de identidad del neoliberalismo, si se implanta una renta básica universal, será muy complicado quitarla después.
En Estados Unidos no quieren renta básica. Algunos manifestantes quieren volver a sus trabajos, pese a que en muchos casos son precarios, mal pagados y los expondrían al contagio…
El caso de Estados Unidos es totalmente diferente a la mayoría del mundo desarrollado. En Inglaterra y otros países también hay intentos de reabrir la economía organizados por la derecha, pero no han tenido éxito. Pero en general, en Europa hay una gran solidaridad social en torno a mantener la cuarentena.
Lo que demuestra este movimiento de protesta en Estados Unidos es resultado de las patologías generadas por diferentes elementos de su extrema derecha en política económica; por conspiraciones y grupos de pensamiento bien financiados y por la presidencia de Donald Trump. Hay gente dispuesta a salir a protestar para defender su propia opresión. Es una de las peores dinámicas generadas por el capitalismo, al que convierten en una deidad inhumana a la que se debe apaciguar con nuestro sacrificio.
La generación que superó la crisis del 2008 apenas comenzaba a formar familias y les llegó una nueva crisis, ¿van a ser la carnaza para los populismos?
Los partidos de la extrema derecha del futuro se alimentarán sin duda de este tipo de personas y veremos un aumento en esos apoyos por esta situación. Son los millennials los que han vuelto a ser exprimidos por la crisis. Casualmente, solo hasta el año pasado, el Reino Unido recuperó el nivel de ingresos del 2008. Una década perdida. Y esto es peor aún en el sur de Europa.
Dadas las condiciones, también se podrá ver un aumento del apoyo no solo a la derecha radical, sino también a la izquierda radical y populista. Debemos crear alternativas políticas que puedan capitalizar positivamente el hecho de que el sistema nos ha fallado y no nos ha servido para prepararnos ante la pandemia.
Debemos recordar que una pandemia no es en ningún caso algo inesperado, es algo que iba a pasar, pero no sabíamos cuándo. Los países estaban totalmente carentes de preparación hasta un punto vergonzoso. Esto es una prueba de que esta manera de organizarnos no funciona. Y lo peor es que esto es solo un aperitivo sobre lo mal que este método nos va a servir para hacer frente al cambio climático si no reaccionamos.
¿Hay una lección positiva que podamos extraer de esta crisis?
Todavía es temprano para poner todo lo que ha pasado en estos meses de pandemia en una forma concreta o para dotarlo de un significado político. Hay cosas obvias, como que nos hemos dado cuenta de que la salud de cada uno depende de la salud de todos y que hay que invertir en sanidad y recaudar impuestos para ello. Pero no olvidemos que estas oportunidades pueden usarse para fines muy oscuros y no sería extraño ver el resurgimiento de autoritarismos. El uso de tecnología biométrica por las necesidades de seguimiento de la pandemia puede ser una gran tentación para el poder, ya que es potencialmente un mecanismo de control. Lo importante es encontrar la manera de tomar las riendas de nuestro futuro y orientarlo en la dirección correcta.
-Efe