‘Hay conciencia de que no podemos vivir más con esta globalización’

“Entramos en una fase de la modernidad donde el riesgo y el sentido de ausencia de seguridad serán temas centrales”, anticipa el sociólogo francés Michel Wieviorka (1946), uno de los científicos sociales más reputados del mundo.​

En el siglo XVI, un volcán lanzó muchísimo polvo a la atmósfera y el mundo entró en un período de miniglaciación con consecuencias naturales, económicas… 
Debemos mirar más allá
de esta pandemia.

Nieto de judíos polacos que murieron en Auschwitz, desde siempre se abocó a estudiar el sentido del riesgo y sus efectos. Y ahora avizora un mundo que será muy distinto tras la pandemia, con efectos que tomará años comprender y que se extenderán por décadas.

“Debemos recordar que en el siglo XVI, un volcán lanzó muchísimo polvo a la atmósfera, solapó al sol y el mundo entró en un período de miniglaciación durante 20, 30 años, con consecuencias naturales, económicas y sociales en el planeta. Por eso, ahora debemos mirar más allá de esta pandemia”, sugiere. Pero con una primera sensación certera: “El cambio será global y será cultural”.

El problema, sin embargo, es que “es imposible saber qué será del mundo”, dice el exdirector de la célebre Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en París, y que dedicó su carrera a estudiar el terrorismo, la violencia, el racismo y la democracia. Pero, aun así, nos invita a pensar, muy seriamente, “qué modelo de desarrollo queremos en el futuro”.

Al frente hoy de la Maison des Sciences de l’Homme –una de las contadas entidades que aportaron expertos al comité de científicos que asesora en la emergencia al presidente Emmanuel Macron–, Wieviorka también alerta sobre la presencia y vigencia de las “fuerzas de la irracionalidad”.

¿Los temas de ayer serán importantes mañana? ¿Las categorías de pensamiento que eran relevantes antes de esta pandemia global serán útiles en el futuro?

Hay dos posiciones extremas ante su pregunta. Por un lado, cuando Alexis de Tocqueville hablaba de la Revolución francesa, remarcaba que ese evento tan importante fue apenas un momento en un proceso histórico que comenzó a gestarse mucho antes y cuyos efectos se extendieron mucho después. Entonces, una manera de pensar es que esta pandemia es muy relevante, pero que los temas que antes eran importantes lo seguirán siendo después. Y en el extremo opuesto están quienes afirman que no podremos aplicar las mismas ideas y categorías de pensamiento después del coronavirus, sino que todo va a cambiar. Y si es así, debemos modificar nuestras ideas y nuestros instrumentos para pensar el mundo.

¿Y su posición es…?

Que es imposible saber qué será del mundo. Mi sensación es que no todas las categorías previas a esta pandemia podrán aplicarse en el futuro, pero lo que no cambiará, en primer lugar, son las tendencias negativas de la vida colectiva: el racismo, el egoísmo, la ausencia de civismo… Todo eso continuará. Hoy mismo, en mi país, hay racismo contra los chinos, contra los asiáticos. Se habla incluso del ‘peligro amarillo’. Este tipo de fenómenos no va a desaparecer. Tampoco la violencia de los hombres contra las mujeres. En Francia hay mucha más violencia conyugal ahora, por la cuarentena, que nunca antes.

Creo que debemos pensar qué modelo de desarrollo queremos en el futuro. Debemos apuntar a un mundo abierto, pero también debemos reindustrializar nuestros países, por ejemplo.

Pero ¿abre la puerta a que otras ideas sí cambiarán?

Creo que hay una mayor conciencia de que no podemos vivir más con esta globalización. Algunos plantean que debemos acabar con ella; otros dicen que debemos imaginar otra globalización. ¿Dónde funcionará bien? En el área de la medicina y la ciencia, por ejemplo, para desarrollar vacunas o medicamentos. Los científicos trabajan juntos, hoy, con una dinámica de ‘open source’. Por eso creo que debemos pensar qué modelo de desarrollo queremos en el futuro. Debemos apuntar a un mundo abierto, pero también debemos reindustrializar nuestros países, por ejemplo. Debemos definir qué productos queremos desarrollar por nuestra cuenta.

Otro cambio claro es que ahora todos pensamos que necesitamos muchas más políticas públicas, de Estado. El keynesianismo tiene
hoy una acogida mucho más favorable.

Un abordaje que, por lo tanto, excederá lo coyuntural…

El cambio será cultural y será global, al mismo tiempo. Otro cambio claro es que ahora todos pensamos que necesitamos muchas más políticas públicas, de Estado. El keynesianismo tiene hoy una acogida mucho más favorable. Es claro que vamos a necesitar un Estado distinto al de antes. Y otro punto, para nosotros, los franceses, pasa por las fronteras. Hasta hoy era una bandera de extremistas que pregonaban la necesidad de las fronteras porque no querían migrantes. Hoy todos hablan de fronteras. ¿Cómo es posible construir Europa si hablamos de fronteras?

Pienso que hoy las ciencias sociales pueden ser muy útiles en la política. (…) Sociólogos, antropólogos, politólogos trabajando con médicos y epidemiólogos.

¿Puede colapsar?

¡Sí, claro! Si los países miembros comienzan a decir que no quieren ayudar a Italia, por decir cualquier país, o que no quieren modificar la manera de pensar la moneda o lo que fuere, puede ocurrir. El brexit fue un momento de debilitamiento para la U. Europea, y otros países pueden seguir el mismo camino. No será inmediato, pero puede ocurrir. Europa será distinta después de todo esto.

¿Y la democracia, tal y como la conocemos en Occidente al menos, está en riesgo?

Primero debemos determinar si la democracia ofrece las mejores respuestas ante desafíos como una pandemia o si sería más eficaz un gobierno autoritario o incluso totalitario. Muchos señalan ahora que China, por ejemplo, fue más eficaz que nosotros para controlar la pandemia, y concluyen que entonces es mejor un gobierno autoritario. Pero no me parece correcto. Miremos qué ocurre en otros países donde rige la democracia y sus resultados contra la pandemia son buenos, como Alemania o Austria o Taiwán. Comparemos sus cifras con las de España o Francia o Italia. Entonces no podemos decir que el problema es entre China y las democracias, sino cuáles son las soluciones democráticas que funcionan y cuáles no. Y ahí es donde pienso que las ciencias sociales son muy útiles.

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Ayudan a decidir cuáles son las mejores políticas públicas. Aquellos que conocen sobre epidemias, por ejemplo, pueden iluminar el pensamiento de los actores políticos, pueden exponer ante un jefe de Estado que tal política pública tiene tal o cual efecto en tal o cual circunstancia o remarcar que no se sabe cuáles podrían ser sus efectos, porque también hay mucho sobre lo que no se sabe y eso también es un insumo de conocimiento. Por eso pienso que, hoy, las ciencias sociales pueden serle muy útiles a la política y al debate público. Y en este sentido hay más y más puridisciplinariedad: sociólogos, antropólogos, politólogos trabajando con médicos, epidemiólogos, virólogos y otros expertos de muy distintas disciplinas y, juntos, en colaboración, introducen nuevas ideas y producen nuevos conocimientos. Todo esto es muy positivo.

Las fuerzas de la irracionalidad son hoy muy importantes. Eso
lo saben muy bien en América Latina.

El contexto pandémico global, sin embargo, también puede depararnos disgustos. ¿Qué ve en el horizonte?

Las fuerzas de la irracionalidad son hoy muy importantes. Eso lo saben muy bien en América Latina. No todas, pero hay ciertas iglesias evangelistas o ciertos sectores del judaísmo ultraortodoxo que afirman que su fe es más fuerte que el virus, que pueden seguir congregándose y que no habrá problemas. Eso es lo que ocurre con Jair Bolsonaro, por ejemplo. La irracionalidad es fuerte en ciertos sectores religiosos que también son reaccionarios a la ciencia.

Otro punto preocupante es que cuando hay un fenómeno de este tipo, desconocido, tienden a generarse visiones conspirativas, una paranoia colectiva, una búsqueda de explicaciones no naturales, de chivos expiatorios. Hoy hay mucho de eso. Gente que busca culpables, sean los chinos, los judíos, la CIA. Por eso pienso que la realidad de hoy es una mezcla de confianza en la ciencia, en los médicos, en la razón, por un lado, y de rumores y ‘complotismo’.

Vivimos en un mundo mucho más digital, pero también descubrimos que la sociedad no puede funcionar sin la cajera del súper y otros trabajadores de servicios esenciales. Eso
es parte del futuro

Potenciados, lo bueno y lo malo, por la accesibilidad y la difusión que aportan internet y las redes…

Entramos de lleno en un mundo digital. Hoy estamos totalmente involucrados, por ejemplo, en el teletrabajo o en la educación virtual. Estamos en una nueva cultura. Pero lo notable es que, al mismo tiempo, también queda muy claro que necesitamos que cierta gente haga su trabajo en el mundo real: los médicos o quienes ayudan a los mayores en sus casas o la cajera de un supermercado, que hoy es la heroína nacional de Francia.

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Personas que no viven en un mundo digital, sino en un mundo bien concreto. Por eso estamos en un momento único, en el que convive un mundo mucho más digital que antes con un mundo en el que descubrimos que la sociedad no puede funcionar sin la cajera del súper y otros trabajadores de servicios esenciales. Eso es parte del futuro. Viviremos en una sociedad que no es la de antes y tendremos que buscar nuevas categorías de pensamiento para abordarla.

HUGO ALCONADA MON 
La Nación (Argentina)
Grupo de Diarios América. GDA.

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