Tras absolución, Trump relanza su campaña por la presidencia

El juicio político (impeachment) contra el presidente Donald Trump acabó casi de la misma manera a como comenzó hace dos semanas. Con el grueso del partido republicano defendiéndolo a capa y espada, mientras los demócratas insistían en su cabeza.

Este miércoles, y en un voto muy en líneas partidistas, una mayoría del Senado estadounidense votó en contra de los dos artículos de destitución que había aprobado la Cámara de Representantes el año pasado y en los que se acusaba al presidente de abusar de su poder al pedir a Ucrania investigar a sus rivales políticos y luego obstruir la investigación del Congreso.

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En el primer cargo (abuso de poder) el conteo fue 52 en contra y 48 a favor. En el segundo (obstrucción) 53-47.

El resultado, como se esperaba, estuvo muy lejos de los 67 votos (dos tercios del Senado) que eran necesarios para destituir al mandatario.

Aún así hubo sorpresas. Mitt Romney, el ex candidato presidencial republicano y hoy Senador por el estado de Utah, se separó de su partido y votó a favor de la remoción de Trump por el primero de los dos cargos.

«Lo que hizo el presidente fue una flagrante violación de nuestros derechos electorales, nuestra seguridad nacional y nuestros valores fundamentales. Corromper una elección para perpetuarse en el poder es quizá la forma más abusiva y destructiva de violar el juramento a la bandera», dijo el Senador durante un discurso ante la plenaria donde explicó su decisión.

Aunque su voto a favor terminó siendo un asterisco más en el conteo final, sí privó a Trump de una exoneración unánime del partido republicano como esperaba.
Y generó más de una rabieta. Por ejemplo la de Donald Trump junior, el hijo del presidente, que al enterarse del voto de Romney pidió que lo expulsaran del partido.

Otro dato destacado de la jornada fue el voto a favor de la destitución de tres demócratas considerados moderados y cuyos cargos están en riesgo en las próximas elecciones pues representan estados donde Trump es fuerte.

Mitt Romney

El senador republicano Mitt Romney pasó a la historia como el primero en votar como culpable al presidente, que además es de su propio partido.

Dado que se daba por descontado que el presidente sería absuelto, se pensó que quizá podían abandonar al partido y votar en contra de la destitución.

Al igual que Romney, todos los senadores usaron las horas previas a la votación para explicar su razonamiento a favor en contra.

Los demócratas, en general, gravitaron alrededor de los argumentos de Romney: que Trump al solicitar apoyo a otro país para que investigara a los demócratas, y condicionar la asistencia a Ucrania a la apertura de tales pesquisas, cometió un claro abuso de su poder que no dejaba otro remedio que la destitución.

Además, insistieron en que su obstrucción al Congreso, cuando se negó a entregar documentos claves y facilitar el testimonio de funcionarios, rompió el delicado equilibrio que debe existir entre las ramas del poder y generó un terrible precedente pues de ahora en adelante los presidentes del futuro (entre ellos el propio Trump) tendrán luz verde para hacer lo que les parezca sin temor a la fiscalización legislativa.

Los argumentos de los republicanos para votar en contra de su condena fueron más variados. Un grupo de ellos defendió el presidente a ultranza y tildó todo el proceso como una simple vendetta de un partido demócrata que sigue sin aceptar la derrota del 2016.

Pero a diferencia de la Cámara de Representantes, donde casi el ciento por ciento de los legisladores se pararon firmes entorno a Trump, un grupo de senadores consideró que si bien la conducta del presidente no daba como para aplicarle la pena máxima de la destitución, si había sido «inapropiada» o «dolosa».

Entre ellos Rob Portman, Lamar Alexander, Mitt Romney, Marco Rubio, Lisa Murkowski, Susan Collins, Shelly Moore, y otros.

John Bolton

John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional de Trump, escribió un libro que mostraría que Trump abusó del poder.

Foto:

Joshua Roberts. Reuters

Alexander, por ejemplo, dejó claro que aún sin escuchar nuevos testigos y pruebas en el juicio tenia claro que Trump si había hecho lo que se le acusó de hacer.

Otros optaron por decir que la decisión final debía delegarse a los electores primarios, que en noviembre irán a las urnas y decidirán si castigan al presidente o le otorgan cuatro años más.

Y según algunos, el hecho de haber tenido que soportar un proceso de destitución en su contra ya era en si mismo una lección para el presidente que debía prevenir actos semejantes a futuro.

«Creo que aprendió que tiene que ser más cuidadoso, más sensato, a la hora de decir y hacer las cosas», sostuvo la senadora Moore.

Trump, sin embargo, siguió insistiendo este miércoles que su conducta había sido «perfecta» y la exoneración del Senado «total». Evitó, además, preguntas sobre las críticas que le hicieron algunos senadores.

En cualquier caso, la decisión del Senado coronó lo que probablemente es una de las mejores semanas para el mandatario desde que llegó a la Casa Blanca. Que arrancó el lunes con el descalabro del partido demócrata en las elecciones de Iowa donde tuvieron postergar la entrega de resultados tras fallas tecnológica que los dejaron en ridículo.

Y prosiguió el martes con una grandioso Discurso sobre el Estado de la Unión en el que Trump, ya con la absolución en el bolsillo, se jactó de los logros económicos del país en estos tres años mientras los demócratas se enfocaban en destituirlo.

La cereza del pastel fue una nueva encuesta de Gallup en que el 49 por ciento de los estadounidenses dice respaldar su gestión. La nota más alto que ha sacado a lo largo de su turbulenta presidencia y justo cuando, en teoría, estaba siendo juzgado en el Senado por supuesto abuso de poder y obstrucción del Congreso.

Los demócratas, que apenas hace un año en esta misma época se regodeaban por haber recuperado el control de la Cámara de Representantes y enfilaban sus baterías contra Trump, terminaron a la defensiva, dando explicaciones por el caótico inicio del proceso electoral y sin el despegue aún de un candidato que pueda desafiar al presidente en noviembre.

Nancy Pelosi

La presidenta de la Cámara de Representantes de EE. UU., Nancy Pelosi, en el momento que rompe una copia del discurso del presidente Trump, tras pronunciar el discurso del Estado de la Unión.

Aunque muchos esperaban que el final del juicio contra Trump abriera una pequeña rendija para el regreso del bipartidismo, los eventos de la semana también dejaron claro que lo que se viene es aún más tóxico.

Una enorme grieta que quedó en evidencia el martes en la noche durante el discurso sobre el estado de la Unión. Trump, desafiante, le dejó la mano estirada a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, cuando esta intentó saludarlo. Pelosi, probablemente en retribución, rompió en pedazos y frente a las cámaras la copia del discurso que Trump le entregó.

Ya en la Cámara de Representantes, por ejemplo, han indicado que pedirán el testimonio del ex asesor de Seguridad Nacional, John Bolton.

En un libro que está por salir este dice que Trump le contó que pensaba bloquear la ayuda militar aprobada para Ucrania hasta que este país no se comprometiera a investigar al ex vicepresidente Joe Biden y su hijo Hunter.

Y en el Senado, donde mandan los republicanos, se está preparando una investigación contra Biden y su familia justo cuando este se disputa la nominación de los demócratas para las presidenciales de diciembre.

Una saga que, al parecer, continuará. Pero ya no sobre el mantel de la destitución, que este miércoles llegó a su fin tras casi cinco meses, sino con miras a las elecciones que se vienen en noviembre.

SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En twitter @sergom68

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