‘Pobreza menstrual’, algo de lo que el mundo se niega a hablar

Escocia está cerca de convertirse en el primer país del mundo en garantizar toallas y tampones de carácter gratuito para todas las mujeres. Con 112 votos a favor, una abstención y cero votos en contra, el parlamento escocés aprobó en primera discusión el 26 de febrero un proyecto de ley conocido como ‘Free Period’ (periodo gratuito), impulsado por la parlamentaria del Partido Laborista, Monica Lennon.

La propuesta estipula que las toallas higiénicas y los tampones se repartan de manera gratuita para acabar con la denominada ‘pobreza menstrual’.

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Pero, ¿a qué se refiere la pobreza menstrual? En diálogo con EL TIEMPO, Gemma Abbot, directora de la Fundación Free Period en Inglaterra y coordinadora del proyecto Red Box, que busca proporcionar de manera gratuita productos para el periodo en las escuelas, menciona que “la pobreza menstrual se refiere a aquellas personas que no tienen acceso a los productos que necesitan para su periodo menstrual».

Abbot asegura que la pobreza restringe las opciones de las personas y que ante la precariedad de las condiciones económicas, los productos menstruales se convierten en una necesidad de segundo nivel, comparado por ejemplo con la alimentación o la vivienda, constituyendose así la pobreza menstrual.

Según una investigación publicada por la ONG Plan International UK en octubre de 2017, una de cada diez niñas en el Reino Unido no ha podido pagar para acceder a los productos menstruales. Sumado a esto, el 12 por ciento de las menores ha tenido que improvisar productos para la menstruación por falta de recursos, y el 19 por ciento ha optado por elementos menos apropiados por ser de menor costo.

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Pobreza menstrual

Gemma Abbott, directora de Free Periods, organización que trabaja para combatir la pobreza menstrual en Inglaterra.

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Andrea Stromskag

Elena Soper, coordinadora de programas del Young Women’s Movement (YWCA) en Escocia, una organización feminista que trabaja por el cambio para las mujeres, cuenta que quienes experimentan la pobreza menstrual “deben recurrir a trapos, telas o incluso fajos de papel higiénico mientras sangran”. El uso de otros implementos que no cuentan con las condiciones sanitarias adecuadas tienen efectos perjudiciales en la salud y el bienestar de las mujeres que menstrúan, causando infecciones y otros problemas.

Además, Abbot menciona que no solo hay afectaciones a la salud, sino que la pobreza menstrual “afecta la capacidad de una persona para participar en la sociedad en general”. Según los datos de Plan International, el 49 por ciento de las menores ha perdido al menos un día entero de clase a causa de su periodo. La falta de acceso a los productos de higiene “afecta la capacidad de las mujeres para participar con plenitud en sus actividades diarias, deportivas o de ocio”, afirma Abbot.

Haciendo las cuentas, la duración media de un periodo es de cinco días, es decir, cerca de 68 días de menstruación al año. “Por lo tanto, el número total anual de días de menstruación en Escocia es de aproximadamente 89 millones”, según asegura el informe de presentación del proyecto Free Period de la laborista Lennon.

Quienes experimentan la pobreza menstrual deben recurrir a trapos, telas o incluso fajos de papel higiénico mientras sangran

En 68 días de menstruación, las mujeres necesitan a diario un promedio de cuatro o cinco productos; toallas o tampones. Bloody Good Period ha estimado que un paquete de 20 tampones o toallas cuesta 2,37 libras esterlinas (3,04 dólares) y que el costo medio de por vida de tener el período es de 4.800 libras (6.152 dólares). Esta suma es muy elevada para la población en condiciones de pobreza tanto a largo como a corto plazo, por lo que el proyecto busca permitir la gratuidad de los elementos para el cuidado de la menstruación femenina.

Pero según las expertas consultadas, la pobreza menstrual no tiene que ver únicamente con el acceso a productos como toallas y tampones. Christina Bobel, profesora y presidenta de estudios de la mujer, género y sexualidad de la Universidad de Massachusetts, de Boston, afirma que este concepto también se refiere a “la falta de acceso a información sobre el ciclo menstrual e infraestructura inadecuada”. La pobreza menstrual también tiene que ver con la falta de conversación y comprensión sobre el tema.

Para Abbot, la existencia de la pobreza menstrual es “un reflejo de una sociedad plagada de desigualdades de género”. “Una sociedad que todavía no ofrece igualdad de oportunidades para las mujeres, los hombres trans y las personas no binarias (no se perciben ni como hombre ni como mujer) que menstrúan”, según afirma Soper.

Un tabú

Las expertas coinciden en que discutir la pobreza menstrual va más allá del acceso gratuito a toallas higiénicas o tampones. Bobel menciona que “no se puede solucionar un problema social (estigma menstrual) con soluciones materiales (productos)” y asegura que sí es necesario el acceso ilimitado a los productos, “pero no podemos engañarnos a nosotros mismos con que el acceso a productos normalizará la menstruación”, afirma la experta en estudios de género y sexualidad.

“Tenemos que ver más allá de la solución basada en el producto que asume que la menstruación es un problema y que la solución es tan simple como una almohadilla o un tampón. El hecho mismo de que esos productos sean inaccesibles es consecuencia de la devaluación profundamente arraigada de las mujeres y las niñas y tenemos que erradicarlo si realmente queremos crear un cambio duradero”, menciona Bobel.

Pobreza menstrual

El proyecto de Monica Lennon en Escocia es el inicio de la discusión sobre la menstruación como un factor político y social.

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Hazel Mead

Assa Samaké, periodista especializada en temas de política escocesa, cultura y sociedad y coordinadora del programa de liderazgo de mujeres jóvenes, asegura que el periodo no puede seguir siendo un tabú y que no puede seguir existiendo vergüenza al hablar del tema.

No es algo que hacemos porque nos guste, es la manera en que nuestro cuerpo funciona y debería ser un tema de conversación normal”, dice Samaké.

Sumado al estigma hacia la menstruación, Soper asegura que hay que abordar también las cuestiones en torno a la desigualdad en el trabajo, la falta de educación y la disparidad salarial como otros elementos que guardan relación con la pobreza menstrual.

No es algo que hacemos porque nos guste, es la manera en que nuestro cuerpo funciona y debería ser un tema de conversación normal

El proyecto de ley en Escocia debe pasar ahora a segunda y tercera discusión. En la fase dos, según cuenta Abbot, “se espera que el proyecto se modifique, pues solo los principios generales cuentan con el apoyo de todos los partidos”, quienes critican principalmente el costo que puede tener la iniciativa, estimado en unos 24 millones de libras, y que deberá pagar el gobierno escocés.

Abbot menciona que el proyecto será difícil de implementar, pues todavía nadie sabe cómo entregar los productos de una manera que sea respetuosa, discreta, eficiente en términos de alcance y también rentable”.

Aún así, la discusión de la ley de Lennon es un hito histórico para las mujeres en el mundo. “La presentación de este proyecto de ley fue la primera vez que se celebró un debate en el Parlamento escocés sobre el período” dice Soper. La activista de YWCA menciona que el hecho marca un punto importante, pues Escocia y el resto del mundo comienzan a discutir las barreras que impiden que las personas que menstrúan participen plenamente en sus comunidades.

Pobreza menstrual

Mujeres del Young Women’s Movement, junto a Monica Lennon, parlamentaria autora de ley para la gratuidad en productos para la menstruación.

Foto:

YWCA Scotland

Para Abbot, “es la primera vez que un gobierno reconoce de manera explícita la importancia de satisfacer las necesidades menstruales de sus ciudadanos” y les dice a las mujeres que habrá un apoyo desde el Estado para satisfacer sus necesidades de género.

Pero la discusión no puede quedarse solo en Reino Unido o específicamente en Escocia. La pobreza menstrual es un tema que afecta a nivel global y del que suele hablarse poco.

Datos de la UNESCO informan que en Nepal y Afganistán, por ejemplo, el 30 por ciento de las niñas no asisten a la escuela durante su periodo. En Kenya, la mitad de las niñas en edad escolar no tienen acceso a toallas higiénicas, y en la India, más del 20 por ciento de las niñas abandonan la escuela completamente después de llegar a la pubertad, lo que las hace vulnerables a situaciones de violencia o abuso sexual.

Sin ir más lejos, según datos de 2019 de la Fundación PLAN, en Colombia cinco de cada diez niñas pertenecientes a poblaciones vulnerables no tiene acceso a toallas higiénicas. Además, una de cada tres debe faltar al colegio a causa de la menstruación.

En Colombia cinco de cada diez niñas pertenecientes a poblaciones vulnerables no tiene acceso a toallas higiénicas

Los datos también revelan que al menos el 30 por ciento de ellas se sienten avergonzadas de hablar de su periodo menstrual. Las críticas cifras muestran la importancia de “continuar la conversación en todo el mundo sobre la pobreza menstrual para aliviar las presiones y reducir las cargas financieras, emocionales y físicas que conlleva la pobreza menstrual” afirma Soper.

Las expertas concluyen además que para acabar con este tipo de pobreza es necesario el trabajo conjunto de educadores, activistas e investigadores y mencionan que para que proyectos como el de Escocia funcionen, los gobiernos deben estar convencidos de que la menstruación importa como una cuestión que influyente social y políticamente hablando.

ANGIE NATALY RUIZ HURTADO
REDACCIÓN INTERNACIONAL

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