Trans en América Latina, una población en constante riesgo

Mide 1,70 metros y tiene 55 años, y se las rebusca con el trabajo de peluquería o de limpieza a domicilio. Sufre enfermedad pulmonar obstructiva crónica (epoc) y ha enfrentado barreras en el acceso a la salud. En los años ochenta, se automedicó al inyectarse silicona líquida en mamas, cadera, nalgas y entrepierna. Mucho tiempo después cayó internada en un hospital. Primero los médicos pensaron que era una neumonía, hasta que pudieron detectar que las manchas negras que había en los pulmones de Yuliana era la silicona que se había desparramado por su cuerpo. “A las chicas y chicos trans que encuentro les digo que se asesoren antes de hacerse algo invasivo, y que estudien”, cuenta.

Ella, como otras personas trans, tiene una identidad de género que no se corresponde con las normas y las expectativas sociales que se asocian con su sexo asignado al nacer. En su caso fue registrada como varón por sus genitales externos, pero no se percibe como tal. Por supuesto, también existe el caso a la inversa.

Como todo ser humano, las personas trans tienen derecho a una vida digna, a educarse, a trabajar y a recibir atención médica. Son parte de la gran diversidad de la humanidad. Sin embargo, en América Latina aún son fuertemente estigmatizadas y discriminadas. Están más expuestas a la violencia, al acoso y a quedar al margen de la escuela, la casa, la familia, el trabajo y del hospital.

Hoy, Yuliana está terminando la escuela primaria. El próximo año, a los 56, espera empezar la escuela secundaria. “Espero que mi salud me permita llegar a estudiar ciencias políticas en la universidad”. Así mismo, dejó atrás el consumo de marihuana y cocaína y la prostitución que ejercía cuando tuvo que abandonar su hogar en su juventud, pero como muchas otras, estuvo expuesta a un patrón de determinantes sociales que terminan por causar diferentes problemas y hacen que el promedio de vida de las mujeres trans en América Latina se encuentre entre los 35 y 41 años, a diferencia de la expectativa de vida general de la región, que es de 75 años, según la RedLacTrans con base en diferentes trabajos parciales sobre la región.

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En este sentido, Amalia del Riego, jefa de la Unidad de Servicios de Salud y Acceso de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), afirma que “es inadmisible que las personas transgénero, así como otros grupos de población en situación de vulnerabilidad, tengan una expectativa de vida menor al resto. Los países de las Américas suscribieron en 2014 la Estrategia de Salud Universal. La salud universal es el fundamento de un sistema basado en los valores del derecho a la salud, la equidad y la solidaridad. Universal significa que todas las personas tengan cobertura y acceso a servicios de salud integrales y de calidad, y a intervenciones para abordar los determinantes sociales de la salud, sin tener dificultades financieras. Esto requiere el compromiso de transformar los sistemas de salud de la región, y un esfuerzo concertado para eliminar las barreras de acceso”.

Estigma y maltrato

Históricamente, se ha considerado que las personas trans padecían un trastorno patológico porque su identidad de género no coincide con su sexo asignado al nacer. En junio de 2018, la Organización Mundial de la Salud retiró oficialmente a la identidad trans de la clasificación como enfermedad mental. Actualmente se la considera una “incongruencia de género”. Desde Naciones Unidas se ha advertido que “tratar a las personas trans como si fueran enfermas es una de las principales causas de las violaciones a los derechos humanos a que se enfrentan estas personas”.

Pero que lo haga patente una institución por más influyente que sea no garantiza la conciencia en la sociedad. Los prejuicios tienen un grave impacto en las personas trans. De acuerdo con la RedLacTrans —una organización sin fines de lucro que lucha contra la discriminación de las personas trans en la región desde 2004—, hasta el 77 % de las personas trans son expulsadas de sus hogares durante la infancia. Una de cada 4 personas trans no termina la escuela secundaria por el fuerte hostigamiento que recibe por parte de docentes y compañeros. Además, el 52 % sufre situaciones de discriminación en centros de salud y hospitales. Asimismo, personal administrativo o de seguridad y equipos de salud —en muchos países aún no han recibido formación para atender a personas trans— los estigmatiza y maltrata. Yuliana cuenta cómo recientemente una secretaria en un hospital insistió en llamarla con su nombre de nacimiento, pero una médica la ayudó para que escriban ‘Yuliana’ en su historia clínica.

Por desgracia, esa muestra de empatía es más una excepción que una constante. La mayoría de las veces no las llaman por el nombre acorde a su género autopercibido. En otros casos, el personal de la salud estigmatiza al asociar a la persona trans con la condición de ser inevitablemente una persona viviendo con el VIH (virus de la inmunodeficiencia humana adquirida).

El 52 % de personas tans sufren situaciones de discriminación en centros de salud y hospitales

Al sentirse mal, las personas trans tienden a evitar la consulta médica a tiempo. Experimentan miedo, y muchas veces solo vuelven a un hospital cuando las enfermedades han avanzado y ya no hay opciones de tratamiento. Por décadas, la negación de la atención médica en hospitales ha llevado a que las personas trans se automediquen de manera privada o clandestina, como en el caso de Yuliana, que modificó su cuerpo por medio de intervenciones sin evidencia científica de eficacia y seguridad.

El derecho a ser

Hay indicios de que la situación del derecho de acceso a la salud en América Latina está empezando a cambiar. Hay cuatro países con leyes nacionales, Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, y otras naciones como Costa Rica, Ecuador, Colombia y México que permiten cambiar el nombre según la identidad de género sin tener que hacerse una intervención previa en el cuerpo. En más hospitales públicos o privados de la región, las personas trans pueden acceder a intervenciones que sí han sido evaluadas científicamente.

Se trata de procedimientos que pueden ayudar a una persona con disforia de género a sentirse más congruente con su género autopercibido. El tratamiento depende de cada individuo. No existe una única fórmula. Cada uno decide hasta dónde desea llegar en su reafirmación de género. En el caso de las mujeres trans, existe la opción de utilizar la terapia hormonal cruzada, donde se bloquea la acción de la hormona masculina testosterona y se administran estrógenos, la hormona sexual femenina, para inducir en el cuerpo cambios físicos como la redistribución de grasa, la disminución de masa muscular y de vello corporal, el desarrollo de mamas, entre otros.

La terapia hormonal puede ir acompañada de procedimientos quirúrgicos, como aumento de mamas, la extracción de los testículos o la creación de una vagina. También se pueden realizar cirugías faciales, para lograr facciones más femeninas, como la disminución de la quijada, aumento de los pómulos o mover el cuero cabelludo para hacer más pequeña la frente.

En el caso de los hombres trans, también está la opción de la terapia hormonal masculinizante. La persona recibe testosterona, que suprime los ciclos menstruales, decrece la producción de estrógeno en los ovarios y hace que se den cambios a nivel corporal como el crecimiento de vello facial y corporal, una redistribución de la grasa corporal, engrandecimiento del clítoris, incremento en la masa muscular, calvicie, cambio en la voz, entre otros.

En cuanto a cirugías, los hombres trans pueden removerse las mamas y crear un torso más masculino, crear un pene mediante una faloplastia o crear un escroto a través de una escrotoplastia.

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La ciencia y la mayor apertura democrática y legislativa hacen pensar que podría haber un cambio en el futuro cercano. Como señala Amalia del Riego:

“Si bien ha habido progreso en varios países de Latinoamérica en cuanto a ampliación del acceso a los servicios de salud y se han promulgado leyes que han ampliado derechos, aún resta mucho por hacer para que haya mayor acceso, sin discriminación, en todos los servicios de salud, para hacer realmente efectivo el derecho a la salud, sin dejar a nadie atrás, con especial atención a la diversidad y las personas en situación de vulnerabilidad. Para eso, es necesario poner fin al estigma entre los trabajadores de salud, así como capacitarlos para que puedan responder de manera adecuada a las necesidades de salud específicas de la población transgénero. El estigma y la discriminación son también causa de mala salud y debemos eliminarlos”.

Personas trans como Yuliana, que vive en la Argentina, ya pueden beneficiarse de estas medidas. Pero, sin duda, hace falta mucho. Ella, que ha sido estigmatizada y rechazada y ha arriesgado su vida en busca de un cuerpo que se corresponda con su identidad, hoy hace un esfuerzo por comer lo más saludable posible dentro de su limitado presupuesto, y su energía se enfoca a terminar el trámite para obtener un documento de identidad con el nombre que eligió y en terminar la escuela primaria a sus 55 años. “Empecé mi transición como chica trans a los 26 años. Me siento orgullosa de la persona que soy”, relata. Como ella misma se define, Yuliana es una sobreviviente que ha enfrentado los prejuicios y el rechazo de la sociedad. Hoy su reclamo forma parte de la voz de la comunidad trans en América Latina que pide la aprobación e implementación de la ley de identidad de género en toda la región para que “nunca más se tenga que volver a negociar el derecho a ser una/o misma/o”.

Ha habido progreso en varios países de Latinoamérica en el acceso a la salud y se han promulgado leyes para ampliar derechos, pero aún resta mucho por hacer

Infancia trans, una realidad para salvar vidas

“Los adultos transgénero están más en la televisión, en los documentales, en las protestas por reclamos por sus derechos. Pero detrás de cada adulto trans, hubo un niño o una niña trans que no fue visibilizado en el pasado. Ahora empezamos a desarrollar un nuevo lenguaje que posibilita escucharlos”, dice a Tangible, Mónica Núñez, quien nació en México, reside en los Estados Unidos y es copresidenta de la organización Familias por la Diversidad Sexual. Núñez es madre de un joven que expresó su identidad como hombre trans a los 12 años y orienta a familias de América Latina.

“Al principio, con mi marido, salimos a informarnos. Fue difícil porque nos sentíamos muy solos. Pero seguimos adelante. Sabemos que si los hijos trans experimentan rechazo por parte de sus familias, tienen más probabilidad de que consuman alcohol en exceso, drogas de abuso, tengan conductas sexuales sin protección, y están en mayor riesgo de suicidio. Ningún padre o madre puede querer sufrimiento para sus hijos. Por eso, lo mejor es priorizar el amor, conversar y acompañarlos al ritmo que ellos o ellas crean que es mejor ir”, expresó Núñez.

A partir de la movilización de la comunidad trans de adultos en reclamo por el respeto a sus derechos, durante la última década hubo familias que reconocieron la identidad transgénero de sus hijos en América Latina. La comunidad científica y médica también está dando un cambio en su mirada. Y, a partir de la visibilización de las infancias trans, salieron a la luz las necesidades que estaban negadas.

Luana, logro mundial

El caso inicial en el mundo fue el de Luana, que vive en Buenos Aires y tiene 12 años. Es la primera niña trans en el mundo que obtuvo en 2013 su cambio de identidad registral sin recurrir a la justicia. La madre de Luana, Gabriela Mansilla, creó la organización Infancias Libres para ayudar a otras familias. Hoy lucha para que las escuelas incluyan y respeten a las niñas y los niños trans. Recientemente, difundió una encuesta a 100 padres o madres que se acercaron a su organización. Reveló que el 46 por ciento de las chicas y los chicos empezaron a manifestar su disconformidad con el género asignado al nacer cuando tenían entre 1 y 4 años; un 31 por ciento, entre los 5 y los 8 años.

“La visibilización de las infancias trans es un hecho importante que está sucediendo en América Latina. Las personas adultas a las que les hicimos una encuesta tuvieron su develamiento antes de los 10 años. La niñez trans existe y fue invisibilizada”, cuenta Adrián Helién, médico psiquiatra y director del Programa de Asistencia a Personas Transgénero del Hospital Durand de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Al visibilizar la niñez trans se pone en juego una mejor calidad de vida para las niñas, los niños y adolescentes trans. La aceptación por parte de las familias salva vidas; la no aceptación aumenta el riesgo de suicidio”, subraya.

“Desde la medicina se está empezando a cambiar el enfoque de la atención a las niñas y a los niños trans. Antes, ni siquiera se hablaba. Estamos haciendo un cambio cultural al considerar que es esperable que atendamos a personas trans en la infancia y en la adolescencia”, cuenta la médica Cristina Catsicaris, integrante del Grupo de trabajo sobre sexualidad, género y diversidad en el curso de la vida de la Sociedad Argentina de Pediatría.

Ya hay niñas, niños y adolescentes que expresan explícitamente que no se sienten conformes con su género asignado al nacer, pero que manifiestan que no quieren cambiar sus cuerpos. En la medida en que las familias los acepten y acompañen, es probable que menos personas quieran decidirse por las intervenciones en sus cuerpos en el futuro.

EL UNIVERSAL (México) – GDA
Editor: Iván Carrillo
Reporteras: Carmina de la Luz (México); Debbie Ponchner (Costa Rica); Margaret López (Venezuela) y Valeria Román (Argentina).

Glosario de la diversidad

Hoy se considera que la identidad de género de una persona es un proceso variable, es la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente. Puede corresponder o no con el sexo asignado en el momento del nacimiento.

Transgénero: término que incluye distintas maneras en que las identidades de género de las personas pueden diferir del sexo que se les asignó al nacer.

Trans: existen palabras diferentes que las personas transgénero utilizan para describirse a sí mismas. ‘Trans’ es un término paraguas que se refiere a ese amplio espectro de identidades.

Travesti: en algunos países, ‘travesti’ se refiere a personas que usan prendas de vestir y expresiones de género que culturalmente están asociados con otro sexo diferente del asignado al nacer.

Transexual: convicción de algunas personas trans por cambiar sus características sexuales para feminizarse o masculinizarse mediante diversos procedimientos de reafirmación de género, como terapia hormonal y cirugías.

Transición o construcción: es el conjunto de procesos y experiencias con los que las personas trans adecúan la forma en que las ven y las tratan para que coincida con su identidad de género.

Incongruencia de género: término acuñado por la OMS en 2019 para referirse a una condición relacionada con la salud sexual de una persona, en lugar de interpretarla como una enfermedad.

Disforia de género: es la angustia, infelicidad y ansiedad que las personas transgénero pueden sentir acerca de la incompatibilidad entre su cuerpo y su identidad de género.

Cisgénero: se considera una persona cisgénero cuando su identidad de género se corresponde con el sexo que se le asignó al nacer. El prefijo ‘cis’ es antónimo del prefijo ‘trans’. Cisgénero se usa como opuesto a transgénero.

Género no binario: se refiere a las personas que no se identifican con lo femenino ni con lo masculino, sino con un tercer género o ninguno.

Orientación sexual: capacidad para sentir atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género que puede ser diferente al propio (heterosexual), del mismo género (homosexual), con ambos (bisexual) o con independencia del género (pansexual). Es independiente de la identidad de género.

Fuentes: RedLacTrans y OMS

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