‘Todos somos vulnerables e interdependientes’

Olav Fykse Tviet (Haugesund, 1960) acaba de ser elegido líder de la Iglesia protestante luterana de Noruega, tras permanecer una década al frente del movimiento ecuménico mundial a favor de la unidad cristiana, formado por 350 iglesias cristianas de diversas denominaciones presentes en 110 países, todos ellos afectados por el coronavirus.
Hoy, él y su iglesia enfrentan el reto de mantenerse más firmes que nunca para dar luces a sus seguidores en medio de las dudas y el temor.

Creo que habrá una
nueva comprensión de que
la humanidad es una y de
que nadie puede pretender
que no pertenece a ella

El coronavirus ha sumido al mundo en la incertidumbre, que a la vez han generado en muchos una necesidad de espiritualidad ¿Cómo observa usted lo que está sucediendo?
Creo que habrá una nueva comprensión de que la humanidad es una y de que nadie puede pretender que no pertenece a ella. Este virus no se detiene frente a fronteras o religiones; todos somos vulnerables, lo que nos ofrece la oportunidad de entender que somos interdependientes porque Dios nos creó para ser una hermandad por encima de las diferencias. Tenemos que entender esto y al mismo tiempo ser responsables; no podemos actuar como si los demás no existieran, sino más bien tomar precauciones. Para ello necesitamos encontrar nuevas formas de cooperación, y creo que en esto la religión puede tener un rol a través del ecumenismo, mostrándonos lo que podemos hacer juntos por encima de las diferencias. También son momentos en los que Dios nos ofrece un sentido más profundo de la vida y de la relación con nosotros mismos. Debemos mantener la esperanza ante el miedo que nos rodea hoy y transformarla en acción, amor y fe. Nadie desea que aparezca una crisis como esta, pero, ya que ha surgido tengamos la esperanza de que nos enseñe algo.

¿Cree que habrá un despertar espiritual a causa de esta epidemia no necesariamente a través de la religión, sino de experiencias más personales?
Estamos viendo una apertura y una búsqueda de lo que está más allá de nosotros, pero no con la intención de escapar de la situación que estamos viviendo, sino de afrontar la realidad de tristeza y miedo con amor y con preocupación por los demás. La idea no es huir, sino afrontar esto juntos. En este sentido creo que, en efecto, la espiritualidad es
muy importante.

Como consecuencia de las medidas para contener el coronavirus, las iglesias están cerradas y los creyentes no pueden reunirse. ¿Cuál es el impacto de esta situación para los que tenían a su comunidad religiosa como un lugar de referencia y cobijo?
La pandemia nos obliga a confinarnos y a evitar encontrarnos como estábamos acostumbrados, y muchos sufren por esto, especialmente quienes están solos y aislados, los que no tienen internet o no saben cómo utilizar las tecnologías que, en principio, facilitan la comunicación a distancia. Para otros ha sido el descubrimiento del potencial de las comunicaciones digitales, no solo para reunirse virtualmente con parientes y amigos, sino también para orar colectivamente sin ir a la iglesia. Por supuesto, no es lo mismo y todos sentimos que estamos perdiendo algo que es sustancial a nuestras vidas, pero podemos compensarlo con una espiritualidad muy práctica poniendo más atención a quienes necesitan de nosotros. Esta es una misión muy importante que las iglesias deben cumplir.

Tendremos que entender que evitar aproximarnos físicamente a los demás se convertirá en una señal de amor. Tendremos que cambiar nuestros hábitos.

Sabemos que superada la pandemia no podremos volver a relacionarnos como antes, al menos mientras se encuentre una vacuna ¿Cómo afectarán esos cambios a la gente y, más específicamente, a los creyentes?
Primero tendremos que entender que evitar aproximarnos físicamente a los demás se convertirá en una señal de amor, aunque sea lo opuesto a lo que normalmente pensamos y hacemos. Tendremos que cambiar nuestros hábitos para mostrar que los demás nos importan, y esto será un gran desafío, pero me alienta ver que muchos lo toman en serio y que están dispuestos a hacerlo.

Frente al dolor no podremos hacer un gesto de consuelo tan simple como un abrazo, es como perder una parte de nuestra humanidad ¿Cuál puede ser la consecuencia?
Nadie lo sabe, pero creo que el secreto será la manera como nos interesamos por los demás. La distancia física no debe significar que los demás nos importan menos, sino lo contrario. Esta situación exigirá más de cada uno, amarnos unos a otros y cuidar de nuestro prójimo. Creo que los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos y de entender que este es el esfuerzo que se nos pide en el futuro próximo. Es cierto que hay que ser realistas: los seres humanos tienden a preocuparse más por si mismos que por los demás, pero al mismo tiempo soy optimista y creo en el poder del amor de Dios, nos ayudará a encontrar nuevas formas concretas de ayudar a los demás.

Está claro que debemos reorganizar nuestras sociedades y economías para que sean más sostenibles y atiendan a los que ya eran vulnerables y a los que pasarán a serlo.

¿Cuál es el rol de las iglesias cristianas en esta perspectiva?
Tienen un doble rol. Por una parte, son puertas hacia la espiritualidad, aunque esta se comparta de manera virtual. Otra dimensión, que yo llamaría ‘profética’, implica que las iglesias tienen la responsabilidad de alzar la voz para reclamar justicia y atención para los más vulnerables, los pobres y los enfermos. Las iglesias llevan siglos prestando ayuda a los demás, y esta es una nueva oportunidad para renovar nuestro compromiso de ayuda.

El papa Francisco ha dicho en su homilía de Semana Santa que en la pospandemia se debe pensar más en la gente que en el dinero ¿Cree que se conseguirá?
Está claro que debemos reorganizar nuestras sociedades y economías para que sean más sostenibles y atiendan a los que ya eran vulnerables antes del coronavirus y a los que pasarán a serlo porque han quedado desempleados o han perdido sus ingresos. Hay que preocuparse por la economía de la gente, por cómo la gente puede sobrevivir, recuperar sus empleos, y que las pequeñas empresas vuelvan a funcionar. Estos serán los grandes desafíos de los próximos meses.

Antes de la pandemia, el cambio climático y la desigualdad de género eran dos grandes temas que dominaban la agenda. ¿Cuál es el papel de la cristiandad en ellos?
El cambio climático nos muestra que todos debemos cuidar la creación de Dios, que dependemos de lo que nos da la naturaleza y que no podemos vivir sin ella; incluso más, que somos parte de ella y debemos cuidarla. Creo que esta pandemia reforzará esta idea porque revela lo interdependientes que somos. Las iglesias y comunidades debemos estar muy atentas al tema de la violencia de género, que desafortunadamente sabemos que está aumentando durante esta pandemia a causa del confinamiento, durante el cual mujeres y niños están experimentando más violencia en casa. Las iglesias deben abordar este asunto dejando claro que este es un momento para ocuparnos de los demás y no de expresar nuestras emociones mediante la violencia.

ISABEL SACO
Agencia EFE

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