Cómo el pueblo xenófobo de Hérouxville, Quebec, se enamoró de los inmigrantes

HÉROUXVILLE, Quebec — Durante años, el pequeño pueblo de Hérouxville, en la zona rural de Quebec, fue la personificación de la hostilidad nativista hacia los inmigrantes. El pueblo no tenía inmigrantes, pero una vez adoptó un código de conducta que no dejaba dudas de que ellos, y sus costumbres percibidas, no eran bienvenidos.

Hérouxville no toleraba “lapidar a muerte a las mujeres en la plaza del pueblo” o “quemarlas vivas” o “tratarlas como esclavas”. La gente de Hérouxville celebraba la Navidad y no cubría sus rostros.

El código explotaba el temor en la única provincia de habla francesa de Canadá de que la inmigración diluiría su cultura y también desencadenó una comisión del Gobierno provincial que buscó generar un consenso sobre el “alojamiento razonable” de minorías étnicas.

Así que podría sorprender que Hérouxville ahora esté acogiendo a inmigrantes.

“Ahora queremos la mayor cantidad de inmigrantes posible”, dijo Bernard Thompson, Alcalde de Hérouxville y ex partidario del código.

El cambio se produce cuando Canadá busca abrir sus puertas aún más a los inmigrantes como una estrategia para su vitalidad económica.

Canadá ha anunciado planes para dar la bienvenida a un récord de 1.45 millones de inmigrantes en el curso de los próximos tres años a la población de 39 millones. Un amplio consenso sobre el valor de la inmigración en Canadá contrasta con otras naciones occidentales.

El único caso atípico ha sido Quebec, donde los políticos han avivado los sentimientos antiinmigrantes aprovechando los temores de los votantes quebequenses franceses de perder su identidad cultural.

Pero incluso Quebec muestra señales de cambio.

La revirada de Hérouxville se derivó de una población que envejece, una baja tasa de natalidad, escasez de mano de obra y cambios de opinión entre las generaciones más jóvenes y personas como Thompson.

El condado de Mékinac, que incluye a Hérouxville, atrajo un número récord de inmigrantes en los últimos dos años —60— de Sudamérica, África, Europa y otros lugares.

Habiba Hmadi, de 40 años, llegó hace más de un año desde Túnez, con su marido y sus dos hijos. Hmadi, que trabaja como agente de seguros, y su marido, un soldador, son francófonos que hablan árabe en casa.

Hmadi dijo que los lugareños la habían recibido calurosamente.

“Recibimos muchas llamadas telefónicas o incluso personas que tocaron nuestra puerta para preguntarnos si necesitábamos algo”, dijo Hmadi. “Uno de nuestros vecinos llamó a nuestra puerta con una gran bolsa de juguetes para nuestros hijos”.

La afluencia fue el resultado de una política pro inmigración adoptada por el condado en el 2017, una década después de que Hérouxville aprobara su código de conducta.

Los funcionarios que trabajaban con empresas locales comenzaron a contratar trabajadores extranjeros. También comenzaron a preparar a la población local para los recién llegados y establecieron programas para ayudar a los inmigrantes a establecerse.

“La llegada de estas 60 personas ha abierto enormemente nuestro propio entorno”, dijo Nadia Moreau, directora de desarrollo económico del condado. “A veces tienen diferentes valores, costumbres que comparten con nosotros y nos hacen ver la realidad desde otra perspectiva”.

Thompson dijo que llegó a sentirse incómodo con el código de Hérouxville. No podía negar que casi todos en Quebec eran “hijos de inmigrantes”, dijo. Él “adoraba” a la pareja de mucho tiempo de su hermano, una mujer musulmana.

Después de ser electo Alcalde, Thompson impulsó la eliminación del código. Dijo que quería restaurar la reputación del poblado, y la urgencia de atraer inmigrantes creció con la escasez de mano de obra que afectaba a las industrias agrícola, forestal, industrial y de servicios del condado de Mékinac.

“Necesitamos la inmigración para sobrevivir”, dijo Thompson. “No tenemos otra opción”.

Abdelkarim Othmani, de 33 años, dejó su hogar en Túnez hace casi dos años y trabaja por las noches en la planta local de quitanieves de Pronovost. Durante el Ramadán, se le permitió tomar una comida temprana para romper su ayuno después de la puesta del sol. Dijo que también socializaba con sus compañeros de trabajo.

Su mejor amigo es Alex Béland-Ricard, de 29 años, con quien va en auto al trabajo. Un quebequense francés, Béland-Ricard dijo que estaba impresionado por el compromiso del recién llegado con la amistad, la familia y el trabajo.

“Karim es el primer inmigrante que conocí”, dijo Béland-Ricard. “Espero que muchos más vengan aquí”.

Por: Norimitsu Onishi

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