‘Angela Merkel no se sobresalta con la victoria o el fracaso’
La canciller Angela Merkel ejerce el poder en Alemania desde hace 14 años y hace tiempo entró en los libros de historia del mundo.
Ha sido continuadora de una obra de construcción que ha llevado a su país a ser una de las cinco potencias mundiales y la locomotora que impulsa a la Unión Europea.
Además, va por el segundo año de su cuarto mandato, algo que muy pocos líderes, no despóticos, se pueden dar el lujo de vivir.
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Angela Dorothea Kasner nació en julio de 1954 en Hamburgo, Alemania Occidental (República Federal Alemana —RFA—), pero creció y se hizo profesional en la República Democrática Alemana (RDA).
La mujer más poderosa de Alemania, considerada por varios años uno de los personajes más influyentes del mundo, estudió física en la Universidad de Leipzig, en la que se doctoró con una tesis en química cuántica titulada ‘Influencia de la correlación espacial de la velocidad de reacción bimolecular de reacciones elementales en los medios densos’, con la que obtuvo la calificación de “sobresaliente”.
Estas son algunas características que retratan las periodistas colombianas Patricia Salazar Figueroa, excorresponsal de EL TIEMPO en Alemania, y Christina Mendoza Weber, que fue editora de noticias de la Deutsche Welle, en el libro Angela Merkel, la física del poder, lanzado anoche en la Universidad Javeriana y que este jueves se presentará a las seis de la tarde en EL TIEMPO.
La obra, la primera de la canciller alemana escrita en español, es editada por Intermedio Editores, empresa perteneciente a la Casa Editorial EL TIEMPO. Hablamos con las autoras.
¿Qué muestran ustedes en el libro de Angela Merkel?
Es un reportaje biográfico de 312 páginas, 16 capítulos y dos anexos sobre la vida de la canciller alemana desde su nacimiento en Hamburgo (Alemania Occidental) hasta julio de este año, cuando cumplió 65 años. El libro explica cómo es ella, su vida como persona, como profesional y como política. Se muestra una parte de la historia de Alemania, del muro y la época actual. No se la juzga. Es un relato desde la Guerra Fría, pues estuvo en la Alemania comunista durante 35 años, detrás del muro.
¿Por qué creció ella en la RDA?
Su papá, Horst Kasner, era pastor luterano y, cuando ella era muy pequeña, él fue enviado a predicar a Templin, una ciudad de la entonces Alemania Oriental. La mamá de Angela, Herlind Jentzsch, era profesora de inglés y latín, carrera que no pudo ejercer por las restricciones políticas. La joven Angela estudió física en la Universidad de Leipzig y cuando cayó el muro, hace 30 años, dio un salto de la ciencia a la política.
¿Cómo fue ese cambio?
Ella fue influenciada por sus padres en su formación humanística, pero las carreras sociales estaban reservadas para los adeptos al sistema comunista, y ella no se dejó ideologizar. Por eso tomó la decisión de estudiar una carrera técnica. Su primer recuerdo político fue la construcción del muro en 1961 y cuando este cayó, en 1989, rápidamente se unió al movimiento Despertar Democrático. En estos 30 años, tras la caída del muro, lideró por 18 años el Partido de la Democracia Cristiana (CDU) y lleva 14 años como canciller, lo que muestra lo asombroso de cómo a una persona le rinde el tiempo. Ella es una figura histórica de Alemania y del mundo, como lo es Helmuth Kohl, su padre político, que por 16 años fue canciller alemán. Ella es un símbolo de la gobernanza, es incorruptible, firme en sus posiciones y no ha utilizado su atributo femenino para destacarse y, aunque busca la paridad de género, no es una feminista. Además, no se sobresalta ante el éxito ni se deja llevar por los fracasos.
¿Qué hay de su vida personal?
Ella se casó en 1977 con el físico Ulrich Merkel, con quien vivió cuatro años, al cabo de los cuales ella le dijo que la relación había terminado. De él conservó el apellido y se quedó con la lavadora. Años después se casó con Joachim Sauer, catedrático de química en Berlín. La pareja no tiene hijos. Estuvimos en los sitios donde ella vivió, hablamos con múltiples fuentes y encontramos que hay un respeto por su vida privada, que ella también cuida. No va a reuniones sociales y solo se deja ver en los supermercados haciendo compras y cargando ella misma los paquetes, así como practicando senderismo o en el festival anual de la ópera de Wagner. Realmente es muy austera. No presenta flancos. Todo lo calcula. Es sencilla, no es vanidosa.
Merkel ya superó el tiempo de gobierno de Margaret Thatcher en Reino Unido. ¿Igualará el de Helmuth Kohl en Alemania?
Su mandato va hasta el 2021. Es posible que ajuste 16 años si no se cae la coalición del partido CDU, al que últimamente no le ha ido bien, aunque ella muestra resultados para destacar. Ella sí ha descartado que vuelva al poder del partido o que aspire a alguna posición en la Unión Europea. Este libro busca cubrir un vacío de información sobre ella.
La última hora cero del siglo XX
A continuación, un extracto del libro:
“…Ningún caso le hacían el rock y pop internacional de los años ochenta al orden del mundo en la Guerra Fría, que solo entendía de enemigos o aliados, permisos o prohibiciones, canjes o traiciones. Los himnos de la década se colaban por cada rendija de la zona, viajando hacia los encerrados de mano en mano, en formato de aladino plástico portátil con dos carretes diminutos de cintas magnéticas, prontos a aparecer en cuanto los invocaran para hacerles concebibles los viajes más largos y darles fuerza durante el cambio del viento.
Un buen día, el sábado 6 de junio de 1987, los intérpretes y bandas David Bowie, Eurythmics y Genesis estimularon de tal forma a los jóvenes en el trozo socialista de Berlín, al punto que provocaron la primera manifestación de rebelión contra el Muro. La ocasión fue el concierto de festejo por los siete siglos y medio de existencia de la ciudad, en la Plaza de la República, a escasos 200 metros de la frontera occidental con el comunismo.
El organizador, Peter Schwenkow, quería que la música burlara al Muro y para lograrlo dispuso que la mitad de parlantes fueran instalados en dirección al oriente. Al anochecer, la algazara de los concurrentes se mezcló con el ruido y las voces del público etéreo. Los prisioneros se habían acercado tanto como les era posible a la pared y disfrutaban de la actuación de sus ídolos, sin poder verlos.
“Amigos de Berlín oriental, les enviamos desde aquí nuestro caluroso saludo. Nos regocija vuestra presencia. ¡Este concierto y este song también son para vosotros!”, exclamó David Bowie, reemplazando el micrófono por un altavoz al introducir su tema Héroes.
La interacción de sus admiradores invisibles estremeció el ambiente.
Para los capitalinos orientales también se trató de algo más que cantar y vibrar. El saludo de Bowie y la interpretación del tema dedicado a ellos desató un frenesí de tan alto voltaje que la Policía de Fronteras intervino con la orden de desalojo de las calles. En lugar de obedecer al instante, como estaban adiestrados, los reunidos se enfrentaron a los uniformados espetándoles en la cara el sostenido reclamo: Die Mauer muss weg, die Mauer muss weg! (¡Que caiga el Muro, que caiga el Muro!). El periodista Peter Merseburger, por entonces corresponsal de la cadena occidental de televisión pública Ard, fue testigo del desafío en Alemania oriental y registró el debut valiente de los jóvenes, contrastante con la actitud sumisa demostrada hasta ese momento.
La situación era novedosa. Las urbes del socialismo no estaban acostumbradas a aquellas formas de airada y frentera reacción juvenil. La policía se lanzó contra cientos de muchachos, golpeándolos con bolillo a diestra y siniestra, mientras ellos se dispersaban vociferando en contra de la reclusión. Al pasar por la Embajada de la Unión Soviética gritaban “Gorbi, Gorbi” invocando la ayuda del nuevo dirigente soviético, Michaíl Gorbachov.
En los días siguientes, los asesores de Erich Honecker en el Politburó de la RDA registraron el comportamiento de los muchachos en las calles como una evidencia del decrecimiento del temor ciudadano, capital producto de 38 años de política represiva al que el régimen no podía renunciar…”.
HOLMAN RODRÍGUEZ MARTÍNEZ
REDACCIÓN INTERNACIONAL
EL TIEMPO
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