Áñez, con Biblia en mano y los militares en las calles de Bolivia
“Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar al Palacio, que él nos bendiga” fueron las palabras de la opositora Jeanine Áñez, con una biblia enorme en las manos, el 12 de noviembre antes de entrar al Palacio Quemado para asumir la presidencia de Bolivia, a la que Evo Morales –ahora asilado en México– había renunciado dos días antes.
Aunque la sucesión fue avalada por el Tribunal Constitucional con base en una interpretación de la Carta Magna para casos de vacío de poder, el Gobierno interino o “de facto” –como lo denominan los seguidores de Morales– ha sido fuertemente cuestionado en el escenario internacional por la forma en que fue proclamado (sin quorum en el Parlamento), su simbolismo cristiano, las expresiones racistas de Áñez en el pasado y el reciente decreto que exime de responsabilidad penal a los militares.
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El jueves Áñez presentó al Parlamento el proyecto para convocar elecciones y tras la aprobación del Senado, la noche de este sábado los diputados también lo avalaron.
Además, este sábado la mandataria se opuso al intento de senadores de aprobar un proyecto de ley para prohibir “procesos judiciales” contra Morales y sus colaboradores.
Bolivia vive una fuerte crisis política desde hace un mes, que ya deja un total de 32 muertos y cientos de heridos, tras las denuncias de fraude contra el entonces presidente Evo Morales en las elecciones presidenciales del 20 de octubre. Denuncias que generaron presión interna e internacional y, finalmente, su dimisión.
Áñez es la encarnación de una tendencia de discurso religioso y confesional, apegado a visiones tradicionales de relación entre la religión y el Estado
Desde la posesión de Áñez, decenas de personas han muerto y una treintena han resultado heridas por enfrentamientos con la policía y el ejército en ciudades como Cochabamba y El Alto, bastiones de los seguidores de Morales.
Decreto 4078 del 2019
Hasta el momento, la medida del gobierno de Áñez que más ha generado críticas es la aprobación del decreto 4078 del 14 de noviembre, que exime de responsabilidad penal a los miembros de las Fuerzas Armadas que participen en los operativos de restablecimiento del orden público cuando “actúen en legítima defensa o estado de necesidad”.
La medida ha sido calificada de grave por la ONU y por Amnistía Internacional, hasta el punto de que la ONG llamó al gobierno de Áñez a derogarla o ‘atenerse a rendir cuentas’.
Sin embargo, para María Teresa Zegada, socióloga y profesora de la Universidad de San Simón de Bolivia, aunque no se puede justificar la medida porque “evidentemente es peligrosa”, en el escenario internacional ha sido analizada “desde una visión muy simplista”.
Y aunque “está mal visto también entre los bolivianos”, Zegada, en diálogo con EL TIEMPO, considera que este decreto “ha sido una suerte de juego a la pacificación del país, utilizando medidas de fuerza y no solo la convocatoria a la paz social porque esta no funciona, no es suficiente para desmovilizar a los actores sociales”.
Michael Shifter, director de Diálogo Interamericano, le aseguró a este diario que no hay ninguna justificación para esta medida: “Sin duda, hay que mantener el orden público, y más si hay violencia y destrucción, pero eso no abre la puerta a hacer un ‘cheque en blanco’ para cometer violaciones de DD. HH.”, señala. Además, añade, “las fuerzas de seguridad tienen que ser responsables de sus actos (…) hay que respetar el Estado de derecho y no hay una situación que pueda levantar ese tipo de límites y garantías”.
Creencias católicas
Otra de las grandes críticas a Áñez ha sido el uso de la Biblia y múltiples expresiones alusivas a Dios en sus discursos: el de posesión, en la designación de ministros e incluso en la entrega del proyecto de ley para convocar nuevas elecciones en un Estado laico.
Y es que, pese a que el artículo cuarto de la Constitución señala que “el Estado es independiente de la religión”, desde las denuncias de fraude contra Evo la nueva fuerza en el poder ha acudido a los símbolos católicos para legitimar sus acciones.
El primero fue Luis Fernando Camacho, líder santacruceño, quien dijo en repetidas ocasiones que llegaría a La Paz “con la biblia en la mano derecha y la carta de renuncia (para Morales) en la mano izquierda”. Y en algunas de sus marchas el lema fue ‘Satanás, ¡fuera de Bolivia!’.
Para el sociólogo y exsenador Adolfo Mendoza, “Áñez es la encarnación de una tendencia de discurso religioso y confesional, apegado a visiones tradicionales de relación entre la religión y el Estado”. Esa tendencia contraria a Morales “tiene un discurso que rechaza la presencia de la laicidad en la organización del Estado y es una manera de volver a poner en escena el sesgo de las relaciones coloniales, patriarcales y confesionales de dominación”.
Sin embargo, para Zegada, esto se explica en un contexto más amplio de “alta confrontación discursiva” en la que se ha generado “una exacerbación de lo simbólico, dado que no solo están elementos como la Biblia y el discurso cristiano, sino que también está en juego la bandera Whipala”, uno de los principales símbolos del Estado boliviano, que ha sido quemada por unos y defendida por otros en las manifestaciones.
La entrada de Áñez con una biblia muy grande al Palacio, para Zegada, podría tener dos lecturas: una, desde el oficialismo interino de “querer juzgar como negativos todos los actos previos y traer algo así como una luz al Gobierno”; y desde la oposición afín a Evo, “una especie de ofensa a los símbolos indígenas, vinculada a acciones de gobiernos fascistas (…) como un retorno al pasado”.
Sin embargo, asegura la experta, si tenemos en cuenta cómo está constituido el gobierno actual, “tampoco se podía esperar otra cosa”.
La visión racista y discriminatoria de Áñez, además, se ha profundizado con la divulgación de una serie de trinos del pasado en los que la presidenta (e) califica de “satánicos” algunos rituales indígenas.
Eduardo Gamarra, profesor boliviano del Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Florida y que se declara opositor a Morales, considera que estos trinos no pueden ser comprobados y que si bien Áñez hizo ‘tanto escándalo’ con ‘la biblia’, en el escenario internacional “se le ha dado más importancia y visibilidad a este aspecto de la que debería tener”.
Incluso considera que esto “ha generado más revuelo en la izquierda internacional que en Bolivia”, porque en ese país el cristianismo es muy fuerte, tanto entre los indígenas como en la clase media y la clase alta.
El diálogo necesario
Pese a las diferencias sobre las medidas de Áñez, los expertos coinciden en que lo único que se espera de su gobierno es una pronta pacificación de las calles y la convocatoria a elecciones transparentes y libres.
Para Shifter, sin embargo, va a ser muy difícil llegar a un acuerdo entre el gobierno actual y los opositores, sobre todo porque hasta ahora las primeras señales del Gobierno interino “no han sido muy alentadoras, en cuanto a buscar conciliar el país y unirlo”.
Natalia Romero Peñuela
Escuela de Periodismo Multimedia
EL TIEMPO